Durante mucho tiempo, el imaginario común y la costumbre identificaron como “indios colorados” a los miembros de la comunidad tsáchila, nombre real del grupo indígena asentado en el borde occidental de la cordillera de los Andes, donde comienza el litoral ecuatoriano.
Dicho título derivaba del hecho de que los varones de aquella etnia utilizan una mezcla de achiote con leche de santí para formar una pasta que se la untan en el cabello, dándole una forma consistente, (a modo de casco) a cuyo proceso llaman embijamiento. Además, con ese colorante también cubren parte de su cuerpo.
Los tsáchilas mantienen muchas de sus tradiciones, costumbres y leyendas hasta nuestros días, aunque parte de su autenticidad, como es la vestimenta, se haya occidentalizado, especialmente en los jóvenes. Sin embargo, algunos de ellos conservan casi inalterados los rasgos que caracterizaron a sus ancestros.
Ese aspecto folclórico es lo que más llama la atención e invita a visitarlos, a compartir con ellos y hasta a disfrutar de varios aspectos de su cultura, tales como la música de marimba y sus rituales chamánicos con los que ayudan en la solución de sus problemas espirituales a quienes así lo creen.
¿Cómo llegar? Desde Quito se pueden utilizar dos rutas. La primera opción es tomar la Panamericana Sur, llegar hasta La Y de Alóag y desviarse hacia la derecha por la carretera E20, una muy buena vía de cuatro carriles que llega hasta la población de Tandapi.
Desde ahí se deben tomar precauciones, ya que la vía es peligrosa por lo sinuoso del trazado, por el fuerte uso que hace de ella el tráfico pesado y porque el clima lluvioso de la zona mantiene latente la posibilidad de derrumbes.
Desde Tandapi la vía se reduce a dos carriles, uno por lado. 30 kilómetros más adelante se sitúa la parroquia de Alluriquín, 25 antes de llegar a Santo Domingo.
La segunda opción parte desde el norte de Quito, tomando la autopista Manuel Córdova Galarza hasta llegar al redondel del monumento a la Mitad del Mundo. Desde ahí se debe seguir por la carretera E28, que por Calacalí lleva a Nanegalito, San Miguel de los Bancos, Puerto Quito y la Independencia, y desde esta última población se debe tomar a la izquierda por la carretera E20, para llegar a Santo Domingo.
En ambos casos las rutas ofrecen paisajes impresionantes, con cerros altos y de una vegetación frondosa muy verde. Ríos, cascadas espectaculares, flores y aves de muchos colores son parte del maravilloso entorno.
Ya en Santo Domingo, varias comunidades tsáchilas repartidas a los costados de la carretera que va hacia Quevedo invitan a conocerlas por medio de letreros. Se destacan los apellidos Aguavil, Calazacón y Gende, entre otros.
Allí llaman la atención su vestimenta típica, de colores muy llamativos, el melodioso sonido que produce la marimba tocada por manos expertas y el movimiento de las personas al bailar.
Pequeñas y variadas artesanías, sus viviendas tradicionales, los rituales religiosos, su lenguaje auténtico (tsáfiqui), e inclusive su alimentación, harán que sintamos que el haberlos conocido valió la pena.
En las mismas comunidades hay sitios para comer. Ellos ofrecen platos a base de pescados y plátanos amasados, colocados sobre una hoja de bijao (planta de hojas anchas típicas del sector).
También hay sopas como el sancocho, que es plátano verde en trozos, hervido junto con carne de diversos animales; y otros platos hechos a base de harinas. Para beber hay malá, que es una especie de cerveza hecha de maíz o yuca fermentados.
En Santo Domingo hay restaurantes de todo tipo de comida, donde se puede encontrar variados platos de la gastronomía serrana y costeña. En cuanto a hospedaje, la oferta es muy variada. Existen muchos hoteles y hostales que cuentan con piscinas e hidromasajes, lo cual ayuda al turista a refrescarse, dado el clima caluroso de la ciudad.