Pablo Repetto mostró su lado emotivo
LIga
Se le reprochó en varias ocasiones su falta de emotividad. Ayer, rió y hasta lloró. Después de seis temporadas en Ecuador, al fin levantó el trofeo que el acredita como campeón del futbol nacional. Es Pablo Repetto.
Con Independiente del Valle estuvo cuatro años y no pudo coronarse campeón nacional. Pero con el equipo rayado llegó a la final de la Copa Libertadores, que finalmente fue para el Atlético Nacional de Medellín, en la edición del 2016.
A LDU llegó el año pasado, en medio de una crisis deportiva del equipo y de muchas críticas. Hubo quien dijo que no tenía los pergaminos para dirigir a un equipo que llegó a convertirse en campeón de la Copa Libertadores en el 2008.
En el 2017 apenas salvó el honor. LDU quedó en octavo lugar y tuvo que disputar la repesca para la Copa Sudamericana con Técnico Universitario, campeón de la Serie B.
Para este año armó su plantel. Llamó a jugadores a los que dirigió en la hazaña copera de Independiente del Valle.
Uno de ellos fue Fernando Guerrero, quien entre lágrimas le agradeció su llamado. Repetto no pudo contener las lágrimas y también se quebró.
Pero no fue fácil llegar al título. Afrontó las críticas por jugar a ganar por lo mínimo. Por ser resultadista. El entrenador argentino Luis Menotti y sus seguidores lo condenarían; Carlos Bilardo -campeón con Argentina en 1986- no.
No tiene carisma ni es de palabra fácil, como otros entrenadores que fueron campeones con LDU, como el argentino Edgardo Bauza (2007 y 2010) o el colombiano Leonel Montoya (1974 y 1975).
Habla lo justo puertas para afuera, pero supo llegar al grupo de jugadores, quienes aplicaron el libreto requerido al pie de la letra.
Tampoco es de abrir el paraguas o señalar a terceros. Durante todo el año encaró crisis como la del centro de la zaga. Se lesionaron sus cuatro defensas centrales y no puso reparos: sustituyó y punto, incluso ayer, en la segunda final, cuando de por medio estaba un título en disputa.
No puso reparos a la salida sorpresiva del argentino Hernán Barcos, quien se fue a media temporada. El liderazgo del plantel no se lo otorgó a uno o dos jugadores. A todos los hizo sentir importantes en este proyecto, que culminó ayer con el título de campeón.
La clave fue esa, formar una familia por la que todos trabajan y se esmeran; corren.
Y como cabeza visible de esa familia, en algunos casos premió y en otros castigó, como al portero Leonel Nazareno, a quien envió a entrenarse con la reserva por una declaración poco acertada.
Repetto es así, no tiene el engaño intrínseco del gambeteador, que elude al rival y lo deja en el piso, al lado opuesto por donde camina al gol.
Le gusta que lo vean como un profesor que guía, no a uno al que hay que temer. Será por eso que se identifica con el estilo del maestro Washington Tabárez, en la Selección uruguaya; también comulga con el estilo del ‘Tata’ Martino.
A su familia no la expone en público. Cuida que las críticas no le lleguen ni le afecten.
Tiene la habilidad de separar el fútbol de su rol de padre. Dedica las horas necesarias a sus hijos, a cuidar de ellos.
Se da tiempo para ir con ellos al colegio o recogerlos. Les hace saber que su padre no es solo entrenador de fútbol.
Por eso, ayer debió cumplir el ritual que siempre realiza cuando el objetivo se cumple: llamar por teléfono a su esposa y a sus padres, que jamás han dejado de estar a su lado.
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