Algunos judocas azuayos máster llegaron al dojo de la Federación Deportiva del Azuay acompañados de sus hijos. Foto: Foto: Manuel Quizhpe / EL COMERCIO
Unos 30 exjudocas azuayos, algunos exseleccionados nacionales, se resisten a dejar el dojo. Ellos predican con el ejemplo, puesto que en ciertos casos los hijos siguen sus pasos. Los pequeños ya tienen títulos locales e incluso han competido en el exterior.
Las edades de los padres y madres de familia oscilan entre 30 y 57 años. Son abogados, ingenieros comerciales, veterinarios, ingenieros de sistemas, arquitectos, tecnólogos, licenciados en educación… Por eso, las prácticas se realizan por las noches.
Juan Guamán, de 50 años, cuenta que decidieron volver al dojo con el propósito de levantar el judo azuayo que en los últimos años ha dejado de ser protagonista en el país. Además, para que sus hijos los vean competir y se motiven a practicar este deporte.
Guamán, exmúltiple campeón nacional y doble medallista bolivariano en 71 kilos, está feliz porque su hijo Nicolás, de siete años, ya es campeón escolar. “Quiero ser un ejemplo para él y por eso me sentí halagado cuando me vio ganar la medalla de oro en Machala”.
Él se refiere al Torneo Máster de Judo Mitsuyo Maeda, que cada año se cumple a escala nacional. La tercera edición se realizó en Machala, hace dos semanas. Allí, Azuay se proclamó campeón al contabilizar 12 medallas de oro, siete de plata y cuatro de bronce.
Como campeones nacionales en sus respectivas categorías, a más de Guamán, están Edison y Freddy Cale, Wilson Cevallos, Patricio Bermeo, Adrián Llivisaca, Alexandra Pulla (doble), Diana Santana, Tania Guamán, Maricela Cortez y Gabriela Cortez. Participaron 11 provincias, en donde los pichinchanos y tungurahuenses terminaron segundos y terceros, en ese orden.
Jenny Llivisaca, otra exseleccionada nacional, recuerda que hace cuatro años se emprendió esta iniciativa y siete azuayos compitieron en el primer certamen nacional máster. En Machala estuvieron 22 competidores y ella no viajó por asuntos laborales.
Llivisaca, de 44 años y casada con el exjudoca Óscar Prado, se siente bendecida porque sus hijos heredaron el judo. Mateo, de 20 años, es vicecampeón panamericano infantil y medallista de bronce sudamericano juvenil. José, de 10 años, es campeón escolar y ha competido en Estados Unidos.
Mateo califica como una grata experiencia el compartir la misma pasión con sus padres, convertidos en técnicos, dirigentes y auspiciantes. “Esas vivencias estrechan más los lazos de familiaridad”. En la casa siempre se habla de judo.
Diana Santana, exjudoca tricolor, cuenta que tras de su retiro siempre tuvo la intención de volver a vestir el judogi y se concretó hace cuatro años. Ahora está feliz porque cada vez hay más torneos nacionales e internacionales para judocas de la categoría máster.
En los certámenes nacionales ha competido con rivales de la juventud y eso le trae recuerdos. Santana, de 43 años, no se entrena con sus hijos porque el varón practica racquetbol y la mujer es bailarina.
Adonis Merchán, en cambio, tiene el privilegio de compartir las prácticas con sus dos hijos: Eidan y Ian, de 11 y ocho años. A su criterio, ellos y los demás hijos de los exseleccionados son la nueva generación del judo ecuatoriano. “Me enorgullece que mis hijos hayan seguido mi deporte”. Ellos tienen éxitos locales y participaciones en Estados Unidos.
Byron Neira se alegra que sus hijos: Sebastián y Juliana, de 10 y siete años, tengan la misma pasión por el judo. Ambos, en el último Torneo Nacional de Judo Fundación de Cuenca fueron campeones en sus categorías. Neira es el técnico de los judocas máster.
Aparte de ejercitarse, los judocas máster comparten momentos placenteros antes de los entrenamientos. Igual los niños, quienes corretean descalzos por las colchonetas.