La entrenadora Kerly Muyulema, con sus dirigidos tras unos de los entrenamientos. Foto: Manuel Quizhpe / EL COMERCIO
En un área aproximada de siete metros de largo por cuatro metros de ancho se entrenan 27 alumnos de entre cinco y 20 años. En ese grupo están Édison Cambi y Helen Verdugo, quienes son los más destacados de la escuela de judo que promueve la Liga Deportiva Cantonal de Cañar.
Es evidente la falta de un espacio más amplio para cumplir de mejor manera los entrenamientos diarios. En puntos estratégicos existen cuerdas o cabos sostenidos en las estructuras metálicas de techo. Allí los niños, adolescentes y jóvenes se trepan y tratan de llegar a la parte más alta.
Las paredes están despintadas, especialmente en la parte baja. Los tatamis de colores rojo y verde se encuentran en condiciones aceptables. A los costados aparecen llantas pequeñas de vehículo que también sirven como herramientas para las prácticas.
Según Kerly Muyulema, entrenadora de la escuela de judo de Cañar, se ha solicitado un escenario más grande a los directivos de la Liga Deportiva Cantonal y está a la espera de que se concrete. Ella se muestra agradecida con el apoyo que recibe de la dirigencia cantonal para los torneos fuera del cantón y otras actividades.
Pese a las dificultades que puedan presentarse por no tener un espacio adecuado, los deportistas no se quejan y sueñan con ser seleccionados del Ecuador. Y tienen de ejemplo a Cambi y Verdugo, quienes con 12 años ya se estrenaron a escala internacional.
Helen tiene dos participaciones en torneos panamericanos. En su debut terminó cuarta y en su segunda aparición se subió al podio para recibir la presea de bronce. También es subcampeona sudamericana en la categoría 11-12 años. Édison, en cambio, terminó quinto en su primer panamericano.
Ambos incursionaron en el judo hace cuatro años y han demostrado que son los mejores de su categoría a escala nacional. Édison llegó al lugar de entrenamientos guiado por sus amigos de barrio y del colegio; mientras a Helen la invitó su primo Josué Aguaisa. Ellos se quedaron y quienes los llevaron se alejaron definitivamente de las prácticas.
Verdugo sueña con metas más ambiciosas, quiere ser campeona mundial; mientras Cambi anhela convertirse en campeón panamericano de la categoría absoluta. Los dos destacan el apoyo de sus padres, quienes están pendientes de sus progresos.
Algunos compañeros, en cambio, quieren seguir sus pasos. Así se manifiestan, un poco recelosos, Diego Pillaga y Emely Verdugo (hermana de Helen), quienes tienen 13 y 9 años, en ese orden. “Mi meta es seleccionado de Ecuador”, insiste Pillaga.
Para que los judocas no tengan problemas con los estudios, entre los padres de familia y la entrenadora se acordó que los entrenamientos se realicen de 15:30 a 17:30, de lunes a viernes. Ese tiempo se aprovecha para trabajar al máximo en las diferentes categorías.
Muyulema cuenta que se divide el trabajo en grupos, porque los alumnos de las categorías 13-14, 15-17 y 18-20, en varones y mujeres, tienen mayores exigencias y las técnicas son diferentes. Ella trabaja desde hace seis años como entrenadora de judo de la Liga Deportiva Cantonal de Cañar.
La exjudoca de 25 años (practicó hasta los 17 años) está agradecida con los padres de familia por la colaboración que prestan para las diferentes actividades que se realizan. También aportan con dinero cuando sus hijos viajan a las competencias en otras ciudades.
Por ejemplo, cada año compiten en los torneos Fundación de Cuenca y Tashi Waza, que se realizan en la capital azuaya y en Guayaquil. Los más destacados intervienen en los selectivos locales para conformar las selecciones con miras a los certámenes nacionales.
Para ingresar a la escuela de judo se requiere únicamente la copia de cedula y la firma de responsabilidad de un representante. El deportista tiene un mes para probarse y si le gusta se queda. A partir de ese momento debe cancelar una cuota mensual de USD 5, que sirve para cubrir parte de los gastos de viaje y de otras actividades que se promueven.