Moisés Caicedo es abrazado por el entrenador Miguel Ángel Ramírez, en el partido que Independiente ganó 3-0 a Junior, el 11 de marzo en el Atahualpa.
Llegar a Independiente del Valle fue la prueba más complicada que le tocó pasar a Moisés Caicedo. El mediocampista dejó a su familia, en Santo Domingo, cuando tenía 14 años para mudarse al complejo de Chillo Jijón, en Pichincha.
En Sangolquí pasó de ser delantero a volante de corte, un cambio que para el juvenil de 18 años no fue tan fuerte como sí lo fue modificar su estilo de vida. “Vivir en el complejo fue difícil. Alejarse de la familia, de la rutina que se tenía en mi pueblo, no fue sencillo. Lloraba porque ya me quería ir, pero mis compañeros me ayudaron”, dijo Caicedo.
Poco a poco fue ganando confianza. Entró en la dinámica del club y ahora es considerado uno de los prospectos más importantes del club.
Fue acogido por la institución como uno más de los cientos de jóvenes que llegan a probar suerte. Pero ‘Moi’, como conocen al futbolista, tenía habilidades distintas y una resistencia a las adversidades que rápidamente llamaron la atención de los entrenadores.
“En sus primeros años en el club fuimos a jugar con la Sub 16 a Estados Unidos y a él le negaron la visa. Lloraba porque no podía acompañar al equipo. Como club buscamos la forma de solucionarlo y terminó ese torneo como uno de los más destacados”, recuerda Roberto Arroyo, exdirector de formativas y actual coordinador del Independiente Juniors.
Quienes lo conocen destacan su entrega y su capacidad de aprendizaje. Desde que subió al equipo de Primera se apoya en Efrén Mera y Cristian Pellerano, los de mayor experiencia en el club. “Trato de juntarme siempre con los que más experiencia tienen en mi posición. Pellerano es uno de mis referentes. Él me orienta en la cancha y en temas personales”, asegura.
El club lo ha cobijado y él ha respondido. Académicamente también se destaca. Es abanderado del pabellón de la institución, solo superado en promedio por su amigo y compañero de la Sub 20 Joan López.
“Por ahora me quiero dedicar al fútbol. Estoy por graduarme del colegio, lo que me motiva y aún no me he planteado la posibilidad de seguir una carrera universitaria”, afirma.
‘Moi’ es de esos jugadores que no tienen problema en salir de su zona de confort. Ya lo hizo cuando dejó su casa y este año le ha tocado recorrer cientos de kilómetros para defender a su club. Viajó de Asunción a Quito para jugar ante LDU y regresó a tiempo a la capital paraguaya para clasificar a su club a la final de la Libertadores Sub 20.
“De la delegación que viajó, era el que más experiencia tenía en la Serie A, a pesar de su juventud. Además, con 18 años, ya jugó una Libertadores de mayores. Era el líder que se necesitaba en el equipo”, reconoce Arroyo.
Con la banda de capitán en su brazo derecho, fue quien recibió el trofeo del torneo continental que se disputó en Asunción, tras ganar 2-1 a River Plate de Argentina. También fue el primero en presentárselo y entregarlo a Miguel Ángel Ramírez, DT del equipo principal.
“Lo primero que hice fue dárselo a Miguel Ángel. Para mí es más que un entrenador es un amigo. Es de los que escucha cuando se necesita y brinda consejos de vida, oportunos. Cuando le entregué la Copa me abrazó y lloró conmigo. Sabe todo lo que hemos pasado para seguir jugando al fútbol”, dice Caicedo.
Actualmente, vive en un departamento en Sangolquí con su amigo y compañero William Pacho. Ambos son de la misma camada de jugadores que llegaron al complejo de Chillo Jijón y que ahora tienen la oportunidad de mostrar su calidad en Primera.
Moisés Caicedo nació el 2 de noviembre del 2001, en Santo Domingo.
Trayectoria. Empezó como delantero en la escuela de fútbol Barcelona. A los 12 años estuvo en Espoli. A los 14 años llegó al IDV.