Cristian y Hernán Pellerano juegan en Independiente del Valle y Liga de Quito respectivamente. Ambos llegaron al país este año. Su padre Roberto Pellerano jugó en Argentina. Foto: David Paredes / EL COMERCIO
En la casa de Hernán Pellerano se respira y se consume fútbol. Sentado en el comedor y con el televisor encendido, el defensor de Liga no despega su mirada de un partido del fútbol argentino.
Pellerano lleva el deporte en la sangre. Él y su hermano mayor Cristian, actual jugador de Independiente, heredaron la pasión por el fútbol de su padre. Don Ricardo Pellerano fue jugador de River Plate, Argentinos Juniors y del Deportivo Cuenca.
“El fútbol viene de la familia. Mi papá fue jugador y desde pequeños nos criamos en un club de barrio donde todas las semanas íbamos a jugar a la pelota”, dice Cristian, de 35 años.
El mediocampista del Independiente del Valle fue el primero en debutar. Siempre jugó en la misma posición, mientras que a Hernán, de 32 años, le tocó hacer cambios en su estilo de fútbol para poder debutar en Primera: de delantero pasó a defensa central, la misma posición que la de su padre cuando compartió cancha con Diego Maradona, en el Argentinos Juniors de los 70.
En sus destinos estaba escrito que iban a ser futbolistas. Esto les permitió ser compañeros y hasta rivales como en su natal Buenos Aires y ahora en la ‘U’ y en el cuadro rayado.
“Fuimos la mayoría de veces rivales. La única vez que compartimos equipo fue en Xolos de Tijuana. De ahí siempre nos hemos enfrentado”, dice Hernán.
Dos días antes de que Liga e Independiente del Valle se enfrentaran por el Campeonato Nacional, bromearon. Incluso apostaron una comilona en la sala de su casa. Sus hijos y esposas fueron testigos de ese pacto.
Hernán le confesó ayer a ÚLTIMAS que la apuesta fue saldada el mismo día que se disputó el cotejo. El papel de la cuenta a pagar fue largo, porque en total son 10 integrantes de la familia Pellerano que viven en la capital ecuatoriana.
Haber coincidido en Quito fue tranquilizante para los dos futbolistas. Sus esposas e hijos pasan siempre juntos cuando ambos están concentrados o cuando tienen viajes.
La familia de Cristian: Simón, Francesca, Ernestina y Fernanda. La familia de Hernán: Catalina, Bautista y María Pía. Foto: David Paredes / EL COMERCIO
“Cuando me vinculé a Liga y me enteré que mi hermano tenía posibilidades de jugar en Independiente, me puse a investigar dónde quedaba Sangolquí. Vi que estaban cerquita y eso fue lindo. Ahora vivimos cerca”, dice Hernán.
La diferencia de edad es de apenas dos años, por eso ambos coinciden que además de hermanos de sangre también son amigos. Crecieron haciendo las mismas cosas y empezaron a jugar al fútbol casi a la par.
El deporte se encargó que siempre se encontraran (como rivales o compañeros).Una de las anécdotas que ambos recuerdan con cariño fue cuando se enfrentaron en un clásico de Buenos Aires.
Hernán defendía los colores de Vélez Sarsfield, club donde se formó desde guambrito, y Cristian jugaba en Nueva Chicago, su tradicional rival.
“El Vélez-Nueva Chicago es un clásico de barrio. Nuestra primera experiencia compartiendo cancha fue en estos partidos, pero como rivales”, dice Cristian.
En uno de estos se pelearon. Se pasaron molestando toda la semana de lo que iba a ser este enfrentamiento. Al final, el marcador terminó 2-2.
“Nueva Chicago nos estaba dando un baile terrible y en el minuto 94 empatamos. Recuerdo que le di una patada grande en el tobillo. Me asusté porque Cristian no se levantaba. Pensé que se me había ido la mano”, recuerda el jugador de la ‘U’.
Estos hermanitos aseguraron que en el fútbol no tienen apodos, pero en casa sí. Entre anécdotas le confesaron a ÚLTIMAS cómo fueron bautizados de niños.
Hernán es ‘Fofy’, por los tres payasos españoles Gaby, Fofó y Miliki, mientras que Cristian, el volante rayado, es conocido como ‘Negro’. Estos motes no trascendieron en sus carreras.