El defensa brasileño David Luiz lamenta la derrota ante Alemania. Foto: AFP
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La nueva cara de Brasil no recoge triunfos ni alegría. Atrás quedaron las selecciones ‘canarinhas’ de jugadores gambeteadores y atrevidos. Ahora, la táctica y practicidad del fútbol moderno ha contagiado a los cariocas. Pero este modelo no va con ellos y se nota en los resultados.
Fue la propia presidenta del país, Dilma Rousseff, la que dio la receta del ‘éxito’ en un mensaje en las redes sociales tras la agónica victoria en los penales en octavos contra Chile: “Garra, talento y determinación”. Ya no se evocó al clásico ‘jogo bonito’.
La garra es un término utilizado por los brasileños que solo tiene equivalente en español. De hecho, antes de que España se decantase por el ‘tiqui-taca’, a la Roja se le conocía como la ‘Furia’, otro término para definir ese ímpetu que no siempre va acompañado de talento.
La ‘Seleçao’ dejó aparcado el ‘jogo bonito’ hace años, eso es evidente desde el triunfo en 1994, con un equipo entrenado por Carlos Alberto Parreira, quien hasta hora es marcado por quitarle esa virtud al juego carioca.
El equipo de Luiz Felipe Scolari se basa ahora más en las ganas de los futbolistas y en su compromiso con el proyecto que en un fútbol brillante. Carente de imaginación desde el inicio de ‘su’ Mundial, la Seleçao cambió los dribles y los sombreros por derroche físico y solidaridad.
Pese a que la canarinha sigue teniendo jugadores de una técnica extraordinaria, capaces de ofrecer bellas jugadas, Brasil perdió hace lustros la ingenuidad y la inocencia de los equipos de los años 1970 y 1980, que practicaban un fútbol extraordinario, pero que no ganaban nada (sin títulos mundiales de 1970 a 1994).