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Una histórica casona revive para el arte

Los ventanales se abren hacia los exteriores, que parecen lienzos naturales. Se proyecta un bar allí.

Los ventanales se abren hacia los exteriores, que parecen lienzos naturales. Se proyecta un bar allí.

La fachada principal tiene esa intimidad que envuelve a las casas que dan a la empedrada calle Numa Pompilio Llona. Los interiores están llenos de bellos detalles arquitectónicos. Fotos: Joffre Flores / EL COMERCIO

El actor debe aprender a escuchar. Y no solo con los oídos. Debe hacerlo con la nariz, con su cabello, con su cuerpo, con los huesos.

Sentado en el ‘hall’ principal, rodeado de madera invulnerable y frescas paredes de caña guadúa, Marlon Pantaleón transmite la esencia de la técnica teatral Meisner. “Hay que estar consciente del momento y del espacio, porque eso me sensibiliza como actor”.

Esta práctica, desarrollada por el estadounidense Sanford Meisner, dio vida al Estudio Paulsen de artes escénicas en Guayaquil, que halló en una casona patrimonial ese entorno cálido para incubar la técnica en sus aprendices.

Los ventanales se abren hacia los exteriores, que parecen lienzos naturales. Se proyecta un bar allí.

Es la Casa Pintado, la puerta de entrada al barrio Las Peñas por la empedrada calle Numa Pompilio Llona, donde Antonio Neumane compuso la partitura del Himno Nacional en 1866 y donde, mucho antes, la familia del presidente Gabriel García Moreno vacacionaba.

Se llama Pintado, porque en 1950 pasó a manos de la señora Lida Pintado, y luego al Municipio de Guayaquil, que la cedió a la Fundación Albert Paulsen. El inmueble está registrado en el Instituto Nacional de Patrimonio.

Por fuera conserva esa intimidad que envuelve a Las Peñas, generalmente con casas de una sola planta junto a la calle Llona. La fachada posterior muestra otro rostro, imponente, con sus dos pisos frente al río. Tradicionalmente, los ventanales de estas casonas se abrían al Guayas.

Pantaleón, actor y director ejecutivo del Estudio Paulsen, está convencido de que es la casa idónea para aprender a escuchar. Se deja oír en el crujir de su piso entablado, en la brisa del río Guayas que susurra en sus pasillos al atravesar los ventanales con chazas y hasta en el silencio de las modernas aulas construidas, en su intimidad, como cajas herméticas.

El arquitecto Dunn optó por crear espacios internos e independientes, con forma de cajas y tonos contrastantes.

El arquitecto John Dunn delineó los planos para la restauración, en el 2013. La intervención comenzó en noviembre del año pasado y en abril se terminó de materializar esa armonía entre lo histórico y lo contemporáneo.

“El punto de partida de propuesta arquitectónica fue que esta piel histórica que era la edificación se convierta en un contenedor intocable de las actividades artísticas”.

Por eso, Dunn optó por crear espacios internos e independientes, con forma de cajas y de tonos contrastantes. En el piso superior está la ‘caja negra’, un compartimento de paredes de gypsum teñidas en rojo escarlata, para la sala de teatro, con piso de madera flotante y paneles acústicos.

En el piso inferior hay dos cajas más, en magenta, a las que Pantaleón compara con búnkeres, porque los sonidos del exterior no se filtran. “Se ha construido de forma armónica el teatro y las aulas, manteniendo la identidad de la casa”.

Varias paredes y tabiquerías interiores muestran las bondades de la caña picada como material estético.

Y esa identidad tiene rasgos marcados, como el lucernario frente a la entrada principal. La luz se riega por un patio descubierto que reverdece con helechos, orquídeas y otras especies nativas. Las ramas se extienden hasta el piso inferior.

Desde abajo, el patio está ligado al otro externo, que se dibuja desde un balcón de balaustres como un lienzo natural. Allí, a orillas del río y bajo la sombra de viejos e imponentes árboles, se proyecta diseñar una cafetería al aire libre.

Al recorrerla, la casona activa más que cinco sentidos -como lo demanda la técnica Meisner-. Los troncos rústicos que le sirven de esqueleto están desnudos junto a los corredores y se entrecruzan como venas por las paredes. Y la caña picada, de fibras alborotadas, la revisten desde adentro como su propia piel.

La Casa Pintado, hoy Estudio Paulsen, es un sitio versátil. La luz natural tiende a filtrarse por los pasillos, que servirán como galerías de arte. Y en las cajas también se darán clases de danza contemporánea, canto, conversatorios, ensayos teatrales, presentaciones.