A propósito del colapso de la “Unidad” promovida por el Alcalde Nebot, viene a mi mente el Presidente Jaime Roldós, hombre de convicciones, maestro de masas, traicionado por amigos y coidearios, quien definía a la política como ciencia y arte. Ciencia, en cuanto se asienta en principios jurídicos y económicos para lograr el progreso del Estado; y, arte, en cuanto al político, que tiene que estar atento a no dejarse contagiar de las enfermedades catastróficas del poder que tarde o temprano pueden hacer sucumbir al líder en su vocación guerrera de componer con mandil de hierro y sabiduría de viejo, los males que acosan al pueblo.
El político tiene que tener más que nadie el apego a la frase bíblica para ser “astuto como la serpiente y manso como un cordero”. Astuto sí, pero no perverso, ni egoísta, porque la responsabilidad que emana de su poder siempre podrá tener consecuencias fatales y es por eso que la política, por momentos de perfume mesiánico, acaba desencantando a los honestos. Maquiavelo dictó cátedra para los fundamentos de gobierno y de poder; a la vez que no pudo ocultar la zafia (entiéndase barbarie) que suele existir.
El gobernante tiene que hacer lo que tiene que hacer, nos demostró Di Gaspari en Italia, cuando esta Nación quedó asolada por la guerra, como demostró también León Febres Cordero, cuando hizo renacer a Guayaquil. Algunas lecciones de su experiencia traduzco a modo simple: “La política es praxis, necesita experiencia para ir de abajo hacia arriba, yo dejé un sitió triunfante en la empresa privada para dedicarme al servicio de mi país, debe haber siempre una política de partidos, la oposición es necesaria como un juez que endereza los caminos…”.