En cuanto a la celebración del Día del Trabajo, nuestra Historia debe revisarse, pues esta ciencia es vida y, como tal, lucha de fuerzas contrarias, proyecto continuo, nuevos documentos, hallazgos de restos arqueológicos. En fin, ciencia en ebullición.
Pues bien, la Segunda Internacional Socialista de 1889 instituyó el 1 de Mayo como fecha internacional para perpetuar la memoria de los trabajadores de Estados Unidos, porque el 1 de mayo de 1886 convocaron a una huelga general para que se cumplieran las ocho horas de trabajo que estipulaba la ley; los obreros de Chicago llevaron la peor parte, pues continuaron con la huelga los días posteriores y acabaron masacrados por la policía; cinco ejecutados meses después por un juicio injusto.
Estados Unidos, país del hecho histórico que recordamos, celebra el Día del Trabajo (no de los trabajadores) el primer lunes de septiembre, lo cual constituye una paradoja.
Entonces es justo que el 15 de Noviembre de 1922 sea considerado el Día del trabajo ecuatoriano, porque Guayaquil fue el territorio de la primera huelga general de trabajadores, ante la recesión de los años veinte, como devaluación monetaria, inflación, congelación de salarios; los obreros también pedían la reducción de las jornadas que se extendían hasta por doce horas. Murieron centenares, entre ellos mujeres, en un enfrentamiento con los militares; el hecho marcó el devenir del movimiento obrero nacional, que en 1938 logró la promulgación del Código del Trabajo.
La Asamblea, la Academia Nacional de Historia, la UNE deben intervenir para que esta fecha se convierta en fiesta cívica y así celebrar nuestra verdadera historia; el 1 de Mayo debe ser una recordación grata, sin asueto.