La inseguridad en el país ha sido siempre tema de permanente preocupación. Los ecuatorianos, hoy por hoy, no podemos estar tranquilos en ninguna parte, ni en la calle (a pie o en auto) ni siquiera dentro de nuestros propios hogares, comercios u oficinas.
Para el crimen y la delincuencia no existe lugar, hora, ni circunstancia en éste, otrora, pacífico y tranquilo país.
En lo que todos los ecuatorianos coincidimos es que esta abrupta y galopante inseguridad cada vez más avezada, tecnificada y agresiva, se ha venido incrementando visiblemente a raíz del libre ingreso de extranjeros sin ningún tipo de documentación, record o antecedentes, factor que, como es obvio no solo ha incidido en la desocupación y el desempleo de nuestros compatriotas, sino que también y, sin lugar a dudas, nos ha venido a robar la paz.
Es hora de que los entes responsables asuman este reto y traten de solucionar en forma urgente y prioritaria, este álgido y conflictivo asunto que nos mantiene preocupados y en permanente zozobra; tanto más si el nuevo alcalde capitalino pretende ampliar las horas de diversión y entretenimiento en procura de potenciar el turismo.