Una novela histórica con respaldo de investigación profunda sobre un hecho, puede decir más que la crónica de un libro de historia.
El novelista penetra el alma humana. Si topa, por ejemplo, la vida de Abdón Calderón, el héroe niño de la batalla de Pichincha, una buena pluma hará sentir las emociones de un muchacho que con 8 años vivió el fusilamiento de su papá en Ibarra a manos de los realistas y como esto marcó su vida.
Pintará el ambiente familiar con una madre que aún viuda siguió trabajando por la independencia y un padre patriota luchador indomable.
Sentiremos el heroísmo en la batalla, la locura inexcusable de la guerra… la negativa del muchacho a retirarse del frente a pesar de las heridas.
Desde adentro, mirando el aspecto humano, que es en definitiva el que importa, se desmitificarían los inventos que nos enseñaron en la escuela y conoceríamos la verdad sobre aquel que “murió gloriosamente en Pichincha pero vive en nuestros corazones”.