En un régimen de derecho, en la institucionalidad de un Estado, en el espíritu mismo de la democracia, se debe reconocer que no basta ganar una elección en la urnas para mantenerse en funciones.
Lo importante es ejercer esa dignidad con responsabilidad, honradez, transparencia y capacidad¸ es honrar esa condición y privilegio de ser “un mandatario” y consecuentemente “el primer servidor público” en su jurisdicción; esto es, un ciudadano para servirle al pueblo y no para servirse de él para su propio beneficio o del grupo de poder político o económico al que lo representa.
Ganar una elección de voluntad popular significa para el que triunfa como para quienes lo eligieron, una “oportunidad cívica e histórica” para el país, provincia, cantón, ciudad o parroquia; de plasmar sus anhelos y satisfacer las necesidades, que en campaña ofrecieron atenderlas; es la oportunidad para lograr un futuro mejor, es la oportunidad para la esperanza y no para el oportunismo.
Ganar una elección significa ostentar una responsabilidad que permite a quienes lo lograron, actuar respaldados en la legalidad de un proceso reglado por la Constitución de un Estado y en la legitimidad como triunfador ya en funciones, que le permita tener la autoridad moral y ética para convertirse en ese primer ciudadano del país o de la ciudad, referente de la conducta de una sociedad que lo eligió como su autoridad para que lo represente, es ser un dignatario y también parecerlo.
Y es que en un país como el nuestro, lamentablemente seguimos creyendo que democracia es sinónimo de elecciones y en esa lógica entonces, somos demócratas cada dos y cuatro años , somos demócratas porque asistimos a sufragar; en esa lógica entonces, candidatos y actores políticos y sociales, locales, provinciales y nacionales aparecen y desaparecen cada 2 y 4 años.; Creer que lo más importante es triunfar en las elecciones para mantenerse, es negar la obligación de someterse al escrutinio público y al derecho ciudadano de fiscalizar sus actos, por intermedio de quienes también ganaron en elecciones Creer que ganar elecciones es suficiente para mantenerse en funciones o en el cargo, así no lo ejerza con responsabilidad, honestidad, transparencia y capacidad, es deshonrar la voluntad de los electores, del pueblo a quienes políticos y seudopolíticos los llaman “soberano, mandantes”.
Si las elecciones son la esencia misma de la democracia, acto cívico y ciudadano que constituye un derecho a través del cual decidimos y elegimos a quienes nos van a gobernar, ejerzamos entonces ese derecho con responsabilidad, porque al fin y al cabo, el éxito o el fracaso de un país, de una ciudad, no depende únicamente de sus gobernantes que triunfaron en esa lid, sino de quienes los elegimos.