Por los últimos 60 años he tenido relación directa con nuestro agro. He tratado de sobrevivir, en múltiples oportunidades, con solo el trabajo agrícola. Tengo que admitir que en mi vida no logré ese propósito; y, tuve que trabajar en la ciudad para poder complementar ingresos suficientes para mantener mi familia. Sé cómo es la vida en el agro y respeto lo dura y laboriosa que es.
Durante el tiempo que hago relación, he tenido contacto y he trabajado con nuestros campesinos indios, chagras y todos los que buscaban trabajo por esos lares. En todas las labores encontré personas que estuvieron dispuestas a enseñarme y compartir conocimientos y experiencias.
Lo que sí puedo aseverar es que los que laboramos el campo cuidamos lo mejor que podemos de cualquier siembra, si caminamos vamos por los caminos vecinales o los senderos; si arriamos ganado cuidamos que no hagan daño al vecino; nunca he visto a muchedumbres ir a campo traviesa por acortar camino pasando sobre pastizales o cualquier tipo de cultivo; inclusive todos los campesinos reales respetan un terreno arado, aún sin sembrío alguno; y, no pasan sobre el para evitar apisonarlo.
Si ese es el comportamiento que he experimentado por tantos años, no me explico cómo los mismos campesinos respetuosos de su entorno no sientan como suya una ciudad como Quito y entren como turbas a mancillarla y destruirla. Amerita que nuestros campesinos recuerden como cuidan sus bienes y como respetan a sus vecinos; al fin y al cabo, son vecinos del campo también los que viven en ciudades y todos hacemos un solo Ecuador.