El canon literario, ese catálogo de autores imprescindibles atesorado por la crítica, ha jugado en contra de varios escritores canónicos, porque no toda su obra está canonizada. Quizá el caso más emblemático sea el del español Miguel de Cervantes, a quien el mundo recuerda como el autor del ‘Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’, pero que ha olvidado que también escribió obras como ‘Novelas Ejemplares’ o ‘Los trabajos de Persiles y Sigismunda’.
Dentro de la literatura nacional, uno de los casos más sonados es el de César Dávila Andrade -poeta mayor de la lírica ecuatoriana- a quién se lo recuerda, sobre todo, por dos textos, el histórico ‘Boletín y elegía de las mitas’ y el telúrico ‘Catedral Salvaje’. Frente a la popularidad de estos poemas hay dos mundos desconocidos para la mayoría de lectores: su obra narrativa y la última parte de su producción poética, a la que la crítica decidió ponerle el mote de hermética.
En el intento por sacar del olvido su trabajo narrativo y conectarlo con las nuevas generaciones la editorial El Fakir publicó, en 2018, ‘Bestiario’, una colección de relatos, en formato de historieta, que incluye los cuentos ‘Ataúd de cartón’, ‘Viñatería del Pacífico’, ‘El cóndor ciego’, ‘La batalla’ y ‘Cabeza de gallo’. En estos textos, las bestias davilianas están acompañadas del trabajo gráfico de Luigi Stornaiolo, Eduardo Villacís y Carlos Villareal.
En relación a las nuevas lecturas sobre la última parte de su obra poética vale mencionar ‘La diminuta flecha envenenada: En torno a la poesía hermética de César Dávila Andrade’, de César Eduardo Carrión. Este libro, editado a finales del año pasado, por el Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, arroja ráfagas de luz sobre los poemas que aparecen en libros como ‘Un lugar no identificado’ (1962), ‘Conexiones de Tierra’ (1964) o ‘Poesía de El Gran Todo en Polvo’ (1967).
Desde hace varias décadas, los poemas que aparecen en estos libros han sido tachados de herméticos -impenetrables y secretos-; vinculados, de forma despectiva, al ámbito esotérico y a las prácticas orientales que realizaba Dávila Andrade; y a un supuesto periodo de decadencia de su obra poética. Argumentos que ha utilizado un sector de la crítica, después de no lograr ajustarlos al discurso literario nacional emprendido por Benjamín Carrión.
En ‘La diminuta flecha envenenada’, el autor no solo rompe con estos mitos sino que los explica de una manera contundente. “El desentendimiento de la crítica con respecto a la poesía hermética de Dávila Andrade -dice- responde a sus preferencias políticas e ideológicas antes que a su imposibilidad de análisis e interpretación”.
El autor también plantea -probablemente este sea uno de los aportes más interesantes para los lectores- que hay que aceptar que varios versos herméticos no tienen traducción, porque su intención es ser oscuros. “La lectura de un poema contemporáneo no supone necesariamente su descomposición verso por verso en la búsqueda de un sentido lógico y racional que se halle cifrado”. Sin duda, una invitación para que vivamos el mundo de los afectos como otra posibilidad de conocimiento.