Si usted desea pasar a la historia como un desastroso administrador de un club campeón, estos son los pasos que debe seguir para garantizarse una gloriosa bancarrota a la ecuatoriana.
Primero, cárguese de envidia por los títulos de los demás. Muérase de la rabia por el éxito ajeno. Eso incentiva a actuar por revancha y no con la serenidad y la meditación de los profesionales, dos virtudes que sobran cuando se quiere ganar rápido (y furioso).
Segundo, contrate lo mejor de lo mejor. Ofrezca los mejores salarios posibles y los imposibles también. Si el rival ofrece 5 al delantero que usted quiere, ¡usted prometa 10! Así quedará clara su solvencia y contará con la mejor plantilla.
Tercero, traiga un entrenador extranjero de renombre. Es caro, ¿y qué? Usted necesita jerarquía, no producto nacional. No escatime gastos.
Cuarto, olvídese de esas nimiedades como los impuestos, la seguridad social y esos rubros de gasto que no sirven para nada. Nadie se preocupa de eso cuando se trata del campeón. Nadie lo vigila. Nadie se da cuenta.
Quinto, no se le ocurra invertir en divisiones menores. ¡Los niños son carísimos! Mejor deje que los agentes se queden con los derechos deportivos de los muchachos. ¡Esto es un club, no una guardería!
Sexto, viva del crédito. Gástese por anticipado los derechos de televisión, el dinero de los patrocinadores, los préstamos del banco, todo lo que pueda. ¿Acaso no es esa la política general del Estado, la de pagar luego de un largo tiempo? No se sienta mal si se gasta todo el presupuesto del año siguiente. Lo bueno es que siempre vienen otros años.
Si usted aplica todo esto, le garantizamos una quiebra repleta de gloria. Las vitrinas tendrán trofeos por montones, aunque quizás luego tenga que hacer un espacio para acumular las citaciones judiciales, las demandas de deudas impagas y otros detalles que incluso pueden llevar a la desaparición del club. ¡Pero qué importa! Usted ya fue campeón. Lo bailado no se lo quitará nadie.