Jornada singular, con dos partidos resueltos en tiempo extra pero que no llegaron a los penales, esa maldita ruleta que tiene a todos al borde del infarto. En el primero, Argentina laboró durante 118 minutos para vencer al defensivo –pero inteligente- equipo de Suiza. Los chicos de Sabella realizaron en el segundo tiempo quizás su mejor presentación en cuanto al rendimiento colectivo ante un rival ícono de una escuela más bien táctica, paciente y agazapada, que en los 45 minutos iniciales tuvieron a mal traer a los sudamericanos.
Matizada por la divertida caricatura del Papa Francisco furioso porque los miembros de la Guardia Suiza miraban el partido, Argentina resolvió el partido a su favor luego de un gran pase de (cuándo no) Lio Messi, que dejó a Ángel Di María listo para batir al estupendo meta Benaglio, que lo tapó todo hasta que ‘La Pulga’ dejó el partido listo. Es verdad que Argentina no convence del todo, ¡pero gana!, y avanza hacia la meta de dar la vuelta olímpica en el Maracaná.
Suiza se fue sin mostrar todos los atributos que se esperaban de uno de los equipos helvéticos más fuertes de la historia. El viejo Hitzfeld logró parar una escuadra disciplinada y luchadora. Con tesón venció a Ecuador y Honduras. Pero no pudo con Francia y tampoco con Argentina, aunque el final habría sido distinto si Dzemaili no hubiera fallado en esa clamorosa jugada del final, estrellando la bola en el poste y luego definiendo mal para mandarla afuera. Puedo ser.
El otro partido representó una nueva frustración para Estados Unidos, que se marchó sin dar grandes muestras de su progreso. USA tiene fútbol, pero no como para tumbar a los grandes. Los belgas ganaron con justicia aunque también pudo ser otra la historia si Wondolowski hubiera convertido esa opción del final, que acabó en la Luna. Ahí se extrañó a Donovan, el gran ausente yanqui, quien no hubiera desperdiciado esa opción. Donovan lo vio desde la casa y dejó en claro que el DT Klinsmann se equivocó al forzar una renovación sin los jugadores correctos. Bélgica, por su lado, se mete a cuartos de final y busca triunfar con su selección diversa, mezcla de la nueva realidad de un país cuyos fundadores (flamencos y valones) no lamentarían mucho la desintegración del Reino de Bélgica. Su eso pasara, los Lukaku, Fellaini y Kompany serían los que de verdad llorarían la muerte de Bélgica.