Alejandro Ribadeneira,
Comentarista, @guapodelabarra
El tiempo es el juez supremo, y a veces también tiene un sentido de humor algo retorcido. Si algo enorgullecía a los hinchas de Liga Deportiva Universitaria, antes del estadio y los triunfos internacionales, era su sede deportiva de Pomasqui, ahora llamada Country Club y junto a la cual funciona un colegio. Los triunfos deportivos de los años 70, luego del regreso de Segunda División, las buenas campañas en la Copa Libertadores y una nueva manera de administrar el equipo, ya separado de la Universidad Central, ayudaron a construir el Country, que se volvió el núcleo de los socios de Liga.
En los 90, Liga volvió a cambiar su forma de conducir el equipo de fútbol: una Comisión con autonomía se hizo cargo de construir el estadio y de las riendas del plantel, para dejar a los socios el Country. Parecía que se había encontrado una fórmula sensata que ponía al fútbol en manos de especialistas (con recursos) y dejaba a los socios tranquilos en sus saunas. Aunque hubo un descenso, las alegrías fueron enormes. Liga nunca ganó tanto.
Pero, quién lo hubiera pensado, la familia universitaria se ha dividido. Los ‘saunistas’ del Country buscan retomar el control del equipo (tienen el derecho legal) y democráticamente han reelegido al presidente del club, para espanto de los comisionados, que solamente se quedarán al mando del equipo (un monstruo que cuesta al menos USD 10 millones cada año) si tienen autonomía total.
Liga está en una falsa encrucijada. Si se mantienen esta dicotomía de ‘saunistas’ y ‘pacistas’, LDU se seguirá el camino de El Nacional y Dep. Quito: la autodestrucción. La única opción es la unidad.