Odebrecht, el gigante se cargó al Perú político
Nada pudo haber sido más demoledor del país político que la plaga de la corrupción en el Perú. La transnacional que ha incurrido en casos oscuros en todo el continente ha cubierto con su manto una parte importante de la clase política en varios países, en especial en Sudamérica.
La práctica llegó a ser sistémica. Y no solo fue Odebrecht, sino varias de las más grandes constructoras de Brasil que tenían asumidos los millonarios recursos que se entregaban al poder político para garantizar la continuidad de sus negocios y proyectos.
Y no solo fue El Partido de los Trabajadores, cuya cúpula está en entredicho y señalada no solo por la vergüenza de Lula, ex presidente preso – un gran líder que seguía primero en las encuestas pese a que estaba encausado -, sino por la destitución de Dilma. Varios dirigentes de otros partidos disfrutaron de las millonarias coimas sin distingo de sus tesis ideológicas.
Ya sabemos las causas en marcha en Argentina y Colombia por el mal inoculado por la plata sucia de la misma empresa.
Perú, uno de los países del continente que mejores cifras exhibe en inversión extranjera directa en relación a su Producto Interno Bruto, no pudo, pese a los esfuerzos superar la inequidad. Hay millones de pobres.
El azote de Odebrecht termina de sacudir a una clase política que ha vivido largos vendavales que casi demolieron su institucionalidad. Los partidos tradicionales sucumbieron ante el tsunami que supuso el paso de Alberto Fujimori. El Presidente ganó a Vargas Llosa, el gran literato con ideas claras no fue buen político. Fujimori hizo todo lo contrario a lo que ofreció en materia económica y con un golpe de Estado pateó el tablero. Luego liquidó al terrorismo y está condenado. Su hija está presa. Pedro Pablo Kuczynski fue defenestrado. Alejandro Toledo no puede volver al país. Allan García, no puede salir y pide refugio a Uruguay y Ollanta Humala estuvo detenido.
La izquierda pide una constituyente. Odebrecht provocó un terremoto político devastador.