El cohete que transportaba el satélite español Ingenio y el francés Taranis se desvió de su trayectoria ocho minutos después del despegue. Foto: EFE.
El cohete Vega de la Agencia Espacial Europea que transportaba el satélite español Ingenio y el francés Taranis se desvió de la trayectoria prevista solo ocho minutos después del despegue.
Una desviación que ha supuesto la pérdida de esta misión, que tenía previsto poner en órbita el satélite español Ingenio para la observación de la Tierra, considerado como uno de los hitos de la industria aeroespacial española, que ha liderado su construcción y que se iba a encargar durante los próximos años tanto del control de la misión como de las comunicaciones y del procesamiento de todos los datos que tenía que proporcionar.
En su última comunicación sobre este incidente, la Agencia Espacial Europea señaló que 8 minutos después del despegue y tras el primer encendido del motor se identificó una desviación de la trayectoria “lo que supuso la pérdida de la misión“.
El cohete, que además del Ingenio transporta también el satélite francés Taranis, había sido lanzado a la hora programada, a las 02:52 horas peninsular española (01:52 GMT) y tenía previsto, según los planes de Arianespace, separar el satélite español 54 minutos después del despegue y hacer lo propio con el satélite galo 1,42 horas tras el lanzamiento.
El Ingenio debía haberse liberado del cohete y situarse en una órbita heliosíncrona (siguiendo la dirección del sol como si fuera un girasol) , a una altitud de aproximadamente 670 kilómetros, desde donde tenía previsto observar la Tierra durante los próximos siete años -aunque llevaba combustible para 10-.
Un error humano hizo fracasar el lanzamiento
El fracaso en el lanzamiento del satélite español de observación terrestre Seosat-Ingenio y del francés Taranis a bordo de un cohete Vega se debió a una sucesión de errores humanos que llevaron a que se invirtiera la conexión de unos cables en el momento de la construcción del lanzador.
La investigación se encuentra en una fase preliminar, pero, con los datos ya disponibles, el consorcio espacial Arianespace, operador del Vega, dejó claro este martes que no hubo un problema de diseño, sino “una cadena de fallos” en su montaje.
Todo fue acorde a lo programado durante la primera parte del vuelo. Pero “ocho minutos después del despegue, tras la ignición del motor AVUM de la etapa superior, se detectó un desvío en la trayectoria que provocó una pérdida de control del vehículo y por tanto la pérdida de la misión”, detalló la empresa en un comunicado.
El director general de Arianespace, Stéphane Isral, insistió a la prensa desde Kurú que ese problema relacionado con la integración del sistema de activación se justifica por errores humanos de los que se deberá investigar por qué no se detectaron a tiempo.
“Vamos a examinar mejor el fallo. Lo entenderemos, lo corregiremos y volveremos más fuertes después de esa corrección“, añadió en una declaración telefónica en la que no se admitieron preguntas.
Hasta ese problema en la cuarta fase, el lanzamiento se desarrollaba perfectamente y el cohete lanzador cayó en la zona deshabitada prevista, recalcó el comunicado.
Es la segunda vez en dos años que un cohete Vega experimenta un fallo, tras el de la misión VV15 en julio de 2019. En ese caso sí se debió a una cuestión de diseño, ya solucionada, y en este la comisión de investigación liderada por Arianespace y la Agencia Espacial Europea (ESA) ofrecerá las conclusiones definitivas más adelante.
Satélites de última generación
El satélite Seosat-Ingenio, considerado el mayor proyecto espacial desarrollado hasta ahora por la industria espacial española estaba desarrollado para ser capaz de acceder y tomar imágenes de cualquier punto de la superficie terrestre cada tres días, por lo que iba a resultar especialmente útil para elaborar mapas de desastres naturales impredecibles, como inundaciones o incendios forestales, así como para ayudar a comprender el cambio climático.
Por su parte, Taranis, del Centro Nacional francés de Estudios Espaciales (CNES), hubiera sido el primer satélite en observar, durante como mínimo dos años, los fenómenos luminosos y electromagnéticos asociados con las tormentas eléctricas y descubiertos hace unas dos décadas.
Ambos iban a estar en una órbita “heliosíncrona”, siguiendo la dirección del sol como si fueran un girasol, a una altitud respectiva de 670 kilómetros en el caso del español y de 700 en el del francés.
Lo sucedido “nos recuerda una vez más que hacemos un trabajo muy difícil en el que la línea entre el éxito y el fracaso es extremadamente delgada”, dijo hoy en un comunicado el presidente del CNES, Jean-Yves Le Gall.
Entre quienes también lo lamentaron estuvo el ministro español de Ciencia e Innovación, el exastronauta Pedro Duque, quien señaló en Twitter que, a pesar de ello, “las tecnologías desarrolladas han capacitado a las empresas españolas facilitando que accedan a nuevos contratos”.
Alta resolución
El satélite español hubiera sido capaz de tomar hasta 600 imágenes diarias con una resolución de 2,5 metros: sus cámaras de última generación podrían haber distinguido una moneda de 1 euro a 10 kilómetros de distancia.
Esa información hubiera estado a disposición de distintos usuarios civiles, institucionales y gubernamentales de España, pero también de otros usuarios europeos en el marco del programa Copernicus de la Unión Europea y del Sistema Mundial de Sistemas de Observación de la Tierra (GEOSS) del Grupo de Observación de la Tierra (GEO).
De Taranis, bautizado así en honor al dios del cielo, el trueno y el relámpago en la mitología celta, se esperaba que aportara datos únicos para entender los mecanismos en el origen de las transferencias de energía ligadas a las tormentas eléctricas.
Arianespace señaló este martes que, tal y como es habitual en misiones gubernamentales, no había un seguro contra el fallo del lanzamiento, y avanzó que trabajará con el Gobierno español “para explorar posibles opciones para reemplazar” el satélite perdido.