Los agachaditos, una gran opción para comer en las frías madrugadas de Quito. Foto: David Landeta/EL COMERCIO
Son las 19:00 en Quito. El humo, el ruido de la gente y el sonido de los autos se mezclan con los gritos de los vendedores en el parque de La Floresta, en el centro de la ciudad. Son los agachaditos, la mezcla perfecta entre cocina tradicional, precios económicos y una aventura de sabores. Pero ¿por qué se llaman agachaditos?
La respuesta es sencilla y está en la forma de comer los alimentos. Pero antes de explicar cómo se deben comer los agachaditos, es necesario hacer un recorrido por estos lugares. En estos espacios se pueden encontrar alimentos preparados muy rápido y sobre la marcha, algo así como una versión de ‘fast food’ estadounidense, pero a lo ecuatoriano.
¿Qué puedes encontrar en un agachadito? Pues bien, la oferta es muy variada y depende mucho del lugar. En La Floresta, por ejemplo, la especialidad es la Tripa Mishqui, tripas de vaca sazonadas y azadas al carbón. Mientras que en la Michelena, ubicada en el sur de Quito, los pinchos son la mejor opción para los comensales
En su mayoría, los locales están ubicados en la vereda son pequeños carros de metal adaptados con una parrilla, un tanque de gas y luz. En el mejor de los casos, tienen algunas sillas de plástico, que casi siempre están ocupadas, por esto lo más común es comer los agachaditos de pie y pegado al plato, así como si estuvieras agachado.
Juan Carlos Viteri es chef, él explica que precisamente de la posición en la que los visitantes comen estas preparaciones, nace el apelativo de agachaditos. “Los agachaditos llevan su nombre porque son servidos en pequeños puestos, sobre las aceras y se los come de manera informal, sentados en taburetes o pequeñas sillas. Es decir agachados”, menciona.
Viteri además recomienda estos lugares por la variedad de texturas, formas y colores que tienen los platillos. Ahora, además del buen sabor que acompaña a estos platillos, imagínate que sea el único lugar abierto en la madrugada, pues bien esta es otra de las ventajas de los agachaditos.
Fabiola Llugsha, que lleva más de 35 años vendiendo tripas en el parque La Floresta, explica que los días en los que hay conciertos en el Coliseo Rumiñahui, que está a unos metros del parque, “la venta es buena” pero eso sí, deben quedarse hasta que termine el concierto.
Fabiola Llugsha vende tripas en el parque de La Floresta desde hace más de 35 años. Foto: David Landeta/EL COMERCIO
Pero la floresta no es el único lugar para comer un plato agachadito en Quito. Otros lugares de la capital, donde los agachaditos son populares son: La Michelena y Las 5 esquinas, en el Sur y en el norte se venden en Iñaquito y Carcelén.
El chef Viteri asegura que los agachaditos son importantes porque mantienen “vivas las costumbres y tradiciones en las elaboraciones de platillos típicos”. Por esto, si tienes hambre y es la madrugada, no hay mejor opción que rescatar una vieja costumbre. No tengas miedo, anda y cómprate un agachadito.