En Ipiales, Colombia, los supermercados grandes son los que más atraen compradores. Foto: Francisco Espinoza para El Comercio
El 26 de mayo se recordaron los 45 años del llamado Grito de Rebeldía del Carchi o la Revolución de los Dos Sucres. Bayardo Martínez, director de la Cámara de Comercio de Tulcán (CCT), tenía 17 años cuando el entonces presidente, José María Velasco Ibarra, fijó un impuesto de 2 sucres que debía pagar cada persona para cruzar la frontera.
Los ecuatorianos iban a Colombia en busca de ropa, zapatos, café, confites, útiles escolares, medicamentos…
Mientras que los colombianos llegaban por azúcar, huevos, licores, aceite, trigo…, que eran más baratos. Pero, principalmente por la cebada, que se producía en Carchi, para la elaboración de la cerveza.
El Decreto, que entró en vigencia en febrero de 1971, se aplicaba por igual en Huaquillas, provincia de El Oro, en el límite con Perú, y en la capital del Carchi.
“La idea del tributo era reunir fondos para invertir en las zonas de frontera. Pero eso afectaba a los vecinos de Tulcán e Ipiales (Colombia), que usaban el Puente de Rumichaca para pasar la mercadería”.
Tras ocho días de paro en Carchi y decenas de muertos y detenidos, se derogó la medida.
Desde ahí, los habitantes de Ecuador y Colombia cruzan la frontera libremente en busca de alimentos y servicios más baratos.Así explica Javier Villareal, del Observatorio Socioeconómico de Frontera, de la Universidad Politécnica Estatal del Carchi (UPEC).
“Se trata del llamado efecto péndulo, como se conoce en Economía, que una vez beneficia a un país y luego al otro”.
Hasta hace dos años, por ejemplo, los colombianos llegaban a Ecuador tras la canasta básica de alimentos, recuerda Harold Delgado, presidente de la Cámara de Comercio de Ipiales (CCI).
Pero el fortalecimiento del dólar y la devaluación progresiva de la moneda colombiana, que se inició a fines del 2014, puso fin a dos décadas de auge comercial en Tulcán.
Por ese entonces, con USD 1 se adquirían 2 628 pesos. Hoy el cambio bordea los 3 140, en el mercado oficial.
Nelson Gordón, administrador del Hotel Torres de Oro, recuerda que durante la década de los 90 se construyeron en Tulcán locales de hospedaje y discotecas, para atender a los colombianos.
“La tarde de los miércoles llegaba gente del interior de ese país, como de Medellín, Bogotá o Neiva, para la feria de Tulcán de los jueves. Mientras que los sábados arribaban desde Ipiales, Pasto, Popayán… para hacer compras el domingo en la mañana”.
Durante los días de feria, la calle Sucre, en el centro de la urbe, se cerraba a la circulación vehicular para acoger a miles de comerciantes, recuerda Hugo Ruiz, rector de la UPEC y exalcalde de Tulcán.
Explica que muchos de ellos provenían de Imbabura, Pichincha, Cotopaxi, Tungurahua, Chimborazo… Pero que se fueron cuando se inició la crisis. Y que los comerciantes que subsisten son locales.
Ahora la bonanza comercial está en Colombia. Según Delgado, este año -hasta marzo- abrieron sus puertas 700 empresas nuevas, entre almacenes, hoteles y restaurantes, que dan un total de 3 500 locales en Ipiales, afiliados a la CCI.
Mientras que en Tulcán han cerrado en los dos últimos años -al menos- 500 negocios, según la CCT.
Villareal identifica dos fenómenos comerciales. Comenta que mientras en Ecuador se vendía al por mayor, en Ipiales se vende al por menor.
Este último factor crea más fuentes de trabajo. Además, considera que los vecinos invierten en el sur de Colombia, en industrias, con miras a una posible recesión del comercio, lo que no sucedió en Carchi.
Los negocios de la ciudad de Tulcán sobreviven con los clientes del área rural del Carchi, que salen a la feria del domingo, a la espera de que el péndulo económico empiece a cambiar de lado de la frontera.
En contexto
Las ciudades de Tulcán (Ecuador) e Ipiales (Colombia) viven atadas a la economía de péndulo. El diferencial cambiario, en el momento, beneficia al vecino país, que acoge a los compradores ecuatorianos que llegan tras los bajos precios de productos.