En La Jota, en Solanda, hay más de 260 locales. Los que venden alimentos atienden hasta pasadas las 23:00. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO.
A partir de las 19:00, el sonido de las puertas ‘lanfor’ de los locales comerciales que comienzan a cerrar dan muestra de que el movimiento comercial en Quito se va con el sol.
Ya entrada la noche, los negocios duermen, pero en al menos tres sectores de Quito, las luces encendidas, la música y los servicios se desvelan. Si a las 21:00 recuerda que debe comprar una cartulina, un par de zapatos, un vestido, quiere hacerse un corte de cabello, o se le abre el apetito, puede ir a Solanda, La Marín o Carcelén.
La vida comercial nocturna más intensa se encuentra en la calle J, en Solanda, al sur. Son las 20:00 del jueves y más de 260 locales ubicados a lo largo de cinco cuadras (entre la calle Solanda y la José Abarca) están abiertos. Los primeros y segundos pisos de las casas se volvieron negocios. Con los cables soterrados, los locales y veredas limpias, bien iluminadas y las casas pintadas, el bulevar se ve turístico e invita a recorrerlo. El comercio nocturno es tan prendido, que llega gente de Chillogallo, del Centro, de La Argelia, San Bartolo e incluso de Machachi para hacer compras al fin del día.
Carmelina Araujo decidió aprovechar la noche para hacerse una manicura. Nelson Játiva fue en busca de un par de zapatos deportivos y Milton Altamirano decidió comprar un repuesto para su celular.
En el Playón de La Marín, en el Centro, las ventas informales de comida se extienden hasta las 22:00. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO.
Entre los negocios hay discotecas, gimnasios, panaderías, heladerías y más. Hasta un ponchero camina con su uniforme blanco por allí. La gente hace largas filas en los locales más famosos: salchipapas, morocho y empanadas.
Todos los locales son formales. Desde que adecentaron la calle y colocaron vallas, los informales migraron a las vías transversales. Rodrigo Chuzín es dueño de un local de venta de zapatos, atiende de 09:00 a 22:00. Pero cuando es temporada alta como la entrada a clases o Navidad se quedan hasta la medianoche. Los jueves, viernes y sábados, los restaurantes cierran pasadas las 23:00.
Solo en esa cuadra hay 10 locales de venta de zapatos, pero para todos hay clientes. Cuando le va bien, vende 50 pares al día, cuando no, ocho.
En la noche, calles como la Maldonado, la Hugo Ortiz, la Velasco Ibarra lucen vacías y oscuras. Pero al llegar a La Marín la realidad cambia.
El movimiento comercial toma fuerza nuevamente. A las 20:30, no solo hay 20 locales abiertos donde se vende ropa, alimentos, celulares y demás, sino que la informalidad tiene su espacio ganado. Venden papel higiénico, cigarrillos, gafas y más. Pero el epicentro de las ventas está en el Playón.
Los vendedores ambulantes están en la calle Lizardo Ruiz, en el sector de Cotocollao, en el norte. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO.
Los comerciantes aprovechan el paso de más de 70 000 personas que transitan por allí al día. El olor a tripas asadas y a arepa se siente. Los comerciantes extranjeros, sobre todo venezolanos, venden chaulafán a USD 1, arepa con café, hamburguesas, empanadas y canguil a USD 0,25. Los ecuatorianos, en cambio, venden flores, quesos, yogures, aguacate y maíz seco. Hay mujeres que, sentadas en pequeñas sillas, asan cueros y mollejas. Otras venden choclomote.
Desde esta zona, hasta el norte, el comercio se apaga. Como luces intermitentes aparecen ciertos locales abiertos hasta las 21:00, en calles como la Lizardo Ruiz, en Cotocollao, y Rafael Bustamante, en La Luz. Al llegar a Carcelén, clientes van y vienen y los locales se mantienen despiertos, al menos hasta las 22:00, y los fines de semana hasta las 23:00.
Las calles República Dominicana y Alejandro Ponce son las más comerciales. En la primera, a las 21:50, hay abiertos 37 locales entre papelerías, heladerías, tiendas, peluquerías, cafeterías y licorerías.
En la Alejandro Ponce, 58 locales atienden. Byron Santacruz atiende un local de venta de zapatos y cuenta que el movimiento aumenta cuando las personas salen de las oficinas.
Admite que las ventas han bajado y que a veces le resulta difícil reunir los USD 500 para pagar la renta de su local que no mide más de 50 m2. Uno de los restaurantes más concurridos es el de Patricia Quillupanqui. Abre todos los días hasta las 23:00, o si hay clientela, hasta la 01:00 del otro día.