Francisco Macas, médico del Hospital General Quito Sur, IESS, revisa a Gustavo Gálvez, quien padece de problemas con el ronquido. Foto: EL COMERCIO
Cuando tenía 18 años, Gustavo Gálvez hacía alpinismo con sus amigos. Escalaban las montañas, disfrutaban de los paisajes pero en las noches no podían dormir. ¿El terreno agreste o el clima frío serían los culpables? No, la causa era algo más simple: sus ronquidos.
Gustavo es un profesional de 38 años, de estatura baja y contextura delgada. Sus problemas de ronquidos comenzaron cuando niño pero se agudizaron a los 18. Sus compañeros alpinistas lo despertaban para que cambie de posición y deje de roncar. “Me decían: ve estás roncando; ponte bien”. Así lo hizo varias veces.
Con el paso del tiempo sus problemas con el ronquido, que afecta al 40% de la población mundial, aumentaron pero ahora en su hogar. Cuando se casó a su esposa le molestaba el sonido. Incluso se despertaba, molesta, por la interrupción del sueño.
“No puedo dormir contigo, por favor, acomódate bien. Me quitas el sueño”, decía su esposa.
Ella, incluso, se preocupaba porque Gustavo se quedaba sin respiración. “Mi esposa se asustaba demasiado”.
Esas complicaciones hicieron que Gustavo busque ayuda. Luego de un tratamiento largo, que incluyó medicamentos, inhaladores y otros, el hombre se operó en el 2014. Esa cirugía ayudó a reducir los ronquidos. Pero estos volvieron, ya que es una enfermedad que no tiene cura.
El ronquido es una emisión ruidosa de la respiración; es considerada una patología que provoca, entre otros males, falta de sueño, problemas cardiovasculares o metabólicos. Lo explica el médico Francisco Macas. Él es el Coordinador Institucional de Otorrinolaringología del Hospital General Quito Sur, del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS).
Esta enfermedad –explica el galeno- se da en niños menores de 5 años o en adultos. No importa la edad, sexo o condición, ya que puede aparecer en cualquier momento. Hay varios factores que inciden como la obesidad, el consumo de alcohol, tabaco o drogas. La falta de ejercicio o el sedentarismo también son otras dos causantes.
En el caso de las mujeres, la menopausia o la toma de anticonceptivos orales inciden en esta patología. Aunque la prevalencia está en hombres, señala Macas.
Cambiar los hábitos influye en la mejora de esta patología. Gustavo, por ejemplo, hizo cambios en su alimentación. Dejó de comer sal y grasas; aunque reconoce que aún no hace ejercicios. “Sí me ha ayudado a disminuir los ronquidos”.
El mal también afecta a los niños. La rinitis alérgica, hiperplasia o crecimiento de adenoides, hiperplasia de amígdalas y desviación del tabique nasal son algunos de las enfermedades que desencadenan en un ronquido.
“Se convirtió en un problema familiar”, reconoce Estefanía Guevara. Ella es madre de Emilio, de 6. El pequeño roncaba como adulto desde los 2.
“Se despertaba con sus ronquidos, tenía unas ojeras grandes y pasaba somnoliento”, recuerda la joven mamá de 27 años.
Ella y su esposo llevaron al niño al médico. Afortunadamente –dice – no tuvieron que operarlo. El tratamiento duró cerca de un año e incluyó nebulizaciones y medicamentos. Además, hicieron modificaciones en su casa: sacaron las alfombras, cambiaron cortinas y cobijas y retiraron peluches.
Cuando el ronquido es fuerte y obstruye la respiración es necesaria una cirugía. A Gustavo, por ejemplo, le hicieron un procedimiento que incluyó el acortamiento del paladar. La recuperación fue dolorosa. Lo señala el joven profesional, quien recuerda que no podía deglutir sus alimentos ni el agua.
Emilio no tuvo que vivir ese proceso. Se recuperó. Ahora sus padres velan sus sueños y están pendientes de los leves y ocasionales sonidos que salen de su boca.