Personas de la comunidad de Cutuglagua y del Municipio de cantón Mejía ayudaron ayer a apagar las llamas en el sector sur del Atacazo. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Es un campo de guerra. Bomberos, militares, policías y comuneros tratan de frenar un cerco de fuego que avanza a una velocidad de un metro cada ocho segundos. La corona del Atacazo, una elevación que limita entre Quito y Mejía, está quemada. Y las llamas, que cuando el viento sopla alcanzan los 10 m, bajan por las laderas calcinando todo a su paso.
Cuando el fuego empezó, la tarde del sábado, cuentan los vecinos que vieron bajar a toda carrera a conejos, zorros, caballos y ratones. Hoy, más de 300 personas, entre comunidad, bomberos de los cantones de Quito, Mejía, Puerto Quito y Patate, y otras entidades, luchan contra las llamas.
En la parte alta de Tambillo, el humo dificulta la respiración. Todo se coordina por radio. “Mi teniente ya no podemos con el fuego, nos ganó”, “No hay forma de controlar”, “Abandonen y bajen”, se escucha entrecortado.
El hollín cubre cada hendidura del rostro, cuello y manos de Alfredo Caiza, de 47 años. Llegó desde su casa, en Machachi, a las 04:00, junto a una veintena de trabajadores del Municipio del cantón Mejía. Por ocho horas trataron de ahogar las llamas golpeándolas con ramas y unas latas que encontraron en el camino. “Un kilómetros luchamos, pero ya no podemos más”. Pensaron haberlo controlado, pero vino el viento y lo reactivó.
En el lugar se aviva, también, la solidaridad. Cerca de un centenar de vecinos de Cutuglagua, Tambillo y el Mirador treparon la montaña para ayudar. Con ampollas y raspones en las manos, los ojos enrojecidos y la piel pintada de negro, no se cansan de golpear el fuego y de rogar que las llamas cesen. En la parte alta, a 3 700 m, hay una vertiente de donde sale el agua que los abastece. Todo se quemó. Los vecinos se lamentan mientras tratan de rescatar mangueras calcinadas.
Se vivieron momentos de pánico. A las 08:00 de ayer, el calor fue tan fuerte que se quedaron sin aire, recuerda Caiza.
En este mismo punto hay 25 bomberos de Machachi. Juan Carlos Zapata es uno de ellos. Este es el incendio más fuerte que ha enfrentado en 15 años. Sabe que su trabajo es arriesgado, por eso su esposa, antes de empezar la jornada, lo abraza y bendice. En incendios anteriores, se ha quemado las córneas, las manos y los pies. Las ampollas son inevitables, debido a las largas caminatas que deben hacer y al intenso calor.
La tarde del sábado (29 de septiembre), los vientos cruzados levantaron paredes de fuego de más de 10 m. Zapata y sus colegas debieron salir, literalmente, gateando. Dos agentes se desmayaron.
Del otro lado de la montaña hay 120 bomberos de Quito. Un bombero equipado con protección personal puede soportar hasta una radiación directa de 150 °C. Pero en este evento hubo focos de hasta 600 °C, lo que dificultó la labor del personal. Este es el incendio más fuerte del año. Hasta ayer (lunes 1 de octubre del 2018) se habían quemado en esta montaña al menos 680 ha.
Desde el 9 de julio hasta el 29 de septiembre, en Quito se consumieron 336 ha. En el mismo período del 2017, fueron 815 ha.
En la línea de combate del flanco sur del cerro, hay 12 bomberos. Decidieron ubicarse en un llano de hierba corta a 3 500 m de altura, para esperar a que el fuego descienda, pase la arbolada y pierda fuerza al no encontrar matorrales.
Algunos uniformados se sientan en el piso a la espera de que lleguen las llamas. Agotados. Hambrientos. Sedientos.
Las ramas y las hojas empiezan a crujir. Se oye el chasquido de la leña al arder.
El viento sopla desde distintos lados y se forma lo que los bomberos llaman un remolino de fuego. Se levanta, imponente, una columna de humo de unos 30 m de alto entrelazada con lenguas rojas, como si fuese un volcán en erupción.
Una camioneta del Municipio de Mejía pasa alertando sobre el riesgo y pide evacuar.
Armados con guantes, mascarillas y un batefuegos (un palo con una lámina de caucho) se preparan para la arremetida. Allí, el enfrentamiento es cuerpo a cuerpo. Las llamas se apagan sin agua. Las motobombas no pueden llegar a esa altura porque el camino es angosto, de piedras y tierra. Pero los helicópteros ayudaron. Se realizaron 25 descargas de agua, cada una de ellas con 400 litros.
Mario Serrano, de 56 años, camina desesperado de un lado a otro. Es el propietario de la Hacienda La Estancia, que cuenta con 160 ha. Se quemaron 100. Perdió parte del páramo y un sembrío de mortiños. Pero lo que más le preocupa son las 9 ha de bosque de pinos que sembró hace más de nueve años. En cada hectárea entran unos 1 200 árboles. Cada uno se puede vender en unos USD 50.
A escala nacional, las provincias que registran más afectaciones por incendios forestales son Loja, Pichincha, Chimborazo, Azuay, El Oro y Guayas. Según Gestión de Riesgos, hasta ayer sumaban 886 incendios de este tipo en 20 provincias que han acabado con
12 521,9 ha de vegetación.