Apegada desde muy joven al trabajo social, la exsoberana capitalina, María Teresa Donoso, continúa apoyando el trabajo de la Fundación que ella misma ayudó a estructurar y que agrupa a las mujeres que han sido reinas .
¿Soñó ser Reina de Quito?
No. La primera vez que vi la elección de Reina fue cuando ganó Lucía Burneo. Y veíamos las elecciones con mi mami y mis hermanas. Pero no contemplé serlo. Más bien se dio por una casualidad, porque la hermana de una amiga trabajaba en el área de turismo y, a través de ella, me pidió si podía ser candidata por Dituris (Dirección Nacional de Turismo, en aquel entonces). No dije no, me dije: “voy a ver de qué se trata, cómo es”. Y fui a una reunión con Emilio Bruzzone, que era el director de Dituris. Entonces, las instituciones patrocinaban o auspiciaban a una candidata.
Cuando me preguntó “¿si quería ser candidata?”, me acordé de las elecciones que había visto, sabía que la Reina trabajaba por un tema social, que no desfilaba en terno de baño (ríe), sino que era más bien una elección diferente. Y dije: “bueno, qué chévere esta experiencia”. Había entrado a la Universidad Católica a estudiar Administración de Empresas. Estaba en una especie de preuniversitario; yo tenía 19 años. Vi que tampoco se interponía mucho con mis estudios y me pareció interesante y me lancé.
Me apoyaron. Mi mami es una persona supernovelera. Ella me ayudaba a ver la ropa. Yo era recién graduada del colegio, mi ropa era supercasual. No tenía nada elegante y en esa época sí era como más elegante, pero nos podíamos poner la ropa de nuestras mamás. No cambiaba tanto la moda como ahora.
¿Democratizó la elección que ya no se requiera de auspicio?
Fue en la época de Augusto Barrera (2009-2014), cuando Andrea Nina estaba en el Patronato, que se cambió la modalidad de que las empresas ya no auspicien a las candidatas y sean ellas las que se inscriban. Me parece un sistema interesante. Puede decirse que es democrático, pero siempre han participado personas que han querido hacerlo; siempre ha estado la Reina de los barrios o gente que sí ha soñado con ser Reina de Quito toda la vida.
Sí me parece interesante que ahora cuando se inscriben lo hacen chicas que quieren trabajar, que quieren colaborar, que quieren tener ese año de voluntariado; pero se escriben también muchas modelos que quieren relacionarse con los medios de comunicación. Entonces, claro, depende del fin. El reinado de Quito sí es un voluntariado a tiempo completo, porque sí demanda una gestión.
¿Siempre fue así?
Existe de 1967 cuando Consuelo Ordóñez fue elegida y empezó un trabajo con una casa de adultos mayores, que era el Hogar La Dolorosa. Entonces, ahí como que le dio un giro al reinado. Y todas las reinas que después vinieron, de una u otra manera han estado involucradas en temas sociales. Algunas siguieron la obra de ‘Coquita’, pero otras lo hicieron en otras áreas; Silvia Guarderas, por ejemplo, empezó a trabajar con el Comité de Auxilio Social. Y otras trabajaron con temas al que estaban ligadas. Uno puede estar más cerca de adultos mayores, de personas con discapacidad, de niños huérfanos. Otras han optado por el tema de madres solteras, de salud.
¿Desde cuándo opera la Fundación Reina de Quito?
Mi antecesora, Maritza Granja, dejó ya constituida la Fundación Reina de Quito, pero no había empezado a operar. Entonces, la Fundación tenía el objetivo de apoyar a las madres adolescentes en un sitio en el que estaba operando el Patronato Centro, pero no se podía utilizar esa casa. Y aparte de eso, los miembros de la Fundación eran familiares y amigos de Maritza. Y me vino la idea de que lo ideal era que la Fundación opere, pero que sus miembros sean las exreinas de Quito, porque son las personas que conocen más del tema y que aparte de eso van a querer trabajar. E hicimos el primer Té de reinas en abril de 1985.
Y ahí fueron como 10 exreinas y les planteé si querían ser parte de la Fundación y trabajar con ella. Y cuando aceptaron, le planteé a Martiza hacer una reforma del estatuto para que sea la Reina de Quito quien presida la Fundación y que las exreinas sean sus miembros. E hicimos la primera reforma.
Y luego, en el año del reinado de Sofía Arteta (1994-1995), volvimos a cambiar los estatutos, porque vimos que la Fundación tenía que dar un paso; ya no tenía que ser un club en el que se reunía la gente para ayudar y apoyar a la Reina cada año con una obra diferente, sino que deberíamos tener una obra fija y tener una directora ejecutiva y una estructura, que es la que tenemos ahora.
¿Participa la mayoría?
Tenemos hasta ahora 63 reinas electas. En la Fundación estamos trabajando 33 exreinas. Todas nos conocemos, nos hemos reunido. Este es un trabajo voluntario y depende de la disponibilidad. Hay algunas que viven fuera y otras que tienen otro tipo de ocupaciones, pero somos 33 exreinas las que trabajamos activamente en la Fundación. Nos hemos vuelto especialistas en eventos, porque hacemos varios para levantar los fondos que necesitamos.