Había una vez cuando los jóvenes se reunían en cientos de locales, desplegados por la toda la ciudad, que tenían máquinas de juegos electrónicos. En Quito se los llamaba ‘Cosmos’ porque ese era el nombre del primer local -o el que se popularizó primero-, a principios de los 80 del siglo pasado. Sin embargo, cada vez hay menos de esos sitios. Por eso, EL COMERCIO, en su segmento Gastando Suela, salió en búsqueda de esos sitios, como si de una arqueología gamer se tratara.
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La arqueología del gamer en los ‘Cosmos’
Hacia finales de los años 70 y principios de los 80, llegaron los juegos electrónicos en los que había que comprar una ficha y depositarla por una ranura. Eran cajas enormes como cubículos de biblioteca. Se los llamó Cosmos, porque en la avenida 10 de agosto y Carrión se abrió el más popular de todos los que había en ese tiempo y que tenía ese nombre.
Pronto ese nombre propio se volvió genérico. Hasta ahora lo llaman así. En esta búsqueda por encontrar algunos locales donde aún se mantuvieran estos juegos, una joven dijo: “detrás de la facultad de Administración de la Universidad Central hay unos Cosmos”. Parecía contar algo serio, digno de saberse. Fue como escuchar la frase que motivó al argentino Rodolfo Walsh a escribir Operación masacre: “hay un fusilado que vive”.
Allí estaban desplegadas y apagadas las máquinas en un patio de comidas popular, llamado Central. Están a la espera de que alguien les dé bola para que doña Bachita, que tiene un local de fritadas, decida encender las máquinas.
Los jóvenes que entran para comer, miran las máquinas. Se sienten tentados. En estos lugares no hay fichas, sino que se usan monedas. Algunos deciden poner dos de cinco centavos para jugar The King of Fighters.
Allí nos encontramos con Joel Parra, estudiante de Administración. Dice que no va a Central a jugar porque tiene su propio Play Station. Sin embargo, lo retamos a jugar y él aceptó. Nos decidimos por Street Fighters. “Este es bueno”, dice. “Yo aplasto (las teclas) como loco”, añade. En el juego de combate fue un experto, aunque diga que juega como se pueda.
La nostalgia del gamer de otros tiempos
El Cosmos de la avenida 10 de Agosto tenía todo tipo de juego, pero eran más de estilo estadounidense. Algunos eran tridimensionales. Había el submarino, por ejemplo, que tenía un periscopio para apuntar y disparar torpedos hacia las naves enemigas.
En cambio, en la esquina de las calles Santa María y Gangotena, quedaba El Tornado. Era una pista de patinaje y uno de los puntos de encuentro de los adolescentes y los jóvenes. Pero el patinaje no lo era todo, sino también los juegos electrónicos. Y el más importante de todos, por el que las personas se disputaban el turno, era Night Rider, que tenía un volante y a suma velocidad se manejaba en una ruta oscura que se delineaba apenas con unos puntos blancos. Era un juego casi imbatible.
A El Tornado llegó una banda para dar un concierto. No fue llamativo, aunque después la gente se dio cuenta de lo que se perdió. Poca gente fue, según se recuerda. El grupo musical se llamaba The Miami Sound Machine, de la cantante Gloria Estefan. Pero en ese tiempo recién comenzaba la gran carrera que tuvo poco tiempo después.
Los juegos de estilo asiático llegaron un poco más tarde y son los que se conservan hasta ahora. Uno de ellos quedaba en el subsuelo de las Torres de la Almagro, que fue, además, en esos años, la sensación arquitectónica de la ciudad.
Literalmente se gastaba fortunas comprando fichas. Estas eran la solución en aquellos años, cuando la moneda era el Sucre y había temporadas en que las monedas escaseaban. En cambio, en buses y tiendas daban caramelos como vuelto.
El clásico de los clásicos era Space Invadors. Otro que causaba sensación era Moon Cresta porque había que acoplar naves en el espacio para lograr una mayor potencia de ataque. A diferencia de las máquinas actuales, en esos lejanos años 80, cada máquina tenía un solo juego. Ahora, se puede seleccionar entre cientos de variedades.
Uno de los Cosmos sobrevivientes
Desde la década de los 90, fue en el Centro Comercial Espiral en donde se concentraban varios Cosmos. Pero con la llegada de los Play Station, Nintendo y los teléfonos, las computadoras de casa y los juegos en red, se han ido cerrando los locales. Sin embargo, hay un sobreviviente de aquellos años: Play it Loud.
Allí nos recibe Alexander, que lleva 20 años trabajando en ese local. “Ha cambiado mucho desde el Supernintendo”, dice. El local se ha adecuado a los tiempos, porque tiene consolas, aseguradas en unas rejas metálicas, conectadas a televisores gigantes, en los que se juega mayormente al fútbol.
Sin embargo, Alexander cuenta que aún hay nostálgicos que prefieren las máquinas de antes. “Hay dos señores mayores que vienen para jugar Pac-Man“.
Jonathan, de 45 años, acepta el reto de EL COMERCIO para jugar. Dice que ya no va mucho, pero no ha perdido el talento. Es notorio durante las partidas. En las peleas, no permitió que le dieran un solo golpe y noqueaba de inmediato; en el fútbol, ganó por goleada, y en las carreras de autos llegó primero.
Es que los juegos, además de adictivos, requieren talento. Estos locales son de los pocos que han sobrevivido. Sin embargo, por haber sido uno de los entretenimientos preferidos de los jóvenes quiteños desde la década de los 80, han dejado una marca que perdura en el imaginario. En español se los llama arcades, pero en Quito quedó para siempre como Cosmos.