Familiares de las víctimas mortales, heridos con lesiones permanentes y detenidos durante los 11 días de de manifestaciones en la Corte Constitucional este martes 10 de diciembre del 2019. Foto: EL COMERCIO
Baltazar camina en silencio. Su rostro -apacible- observa la estructura de la Corte Constitucional del Ecuador, en el centronorte de Quito. Él llegó desde Latacunga -su pueblo natal- para plantarse frente al Estado y pedir que la muerte de su hijo José Daniel Chaluisa, fallecido en el contexto de las protestas registradas en octubre del 2019, no quede impune y sea investigada.
Pero no está solo la tarde este martes 10 de diciembre del 2019. Familiares de las víctimas mortales, heridos con lesiones permanentes y detenidos durante los 11 días de levantamiento levantaron su voz en el Día Internacional de los Derechos Humanos.
Llegaron con carteles y consignas: “Me dispararon en la mandíbula y no fue un accidente”, “Yo tengo derecho a protestar. Tú no tienes derecho a mutilarme”, “El Estado alteró mi historia clínica…”, reza el clamor de las personas heridas. Ellos, dice Jorge Rivera, quién perdió su ojo por el impacto “de arma de fuego” por parte de la Policía Nacional, han decidido mantenerse unidos.
El Estado debe hacerse responsable de lo que nos hicieron y solo podemos lograrlo si estamos juntos”, dice Jorge.. Aunque la pérdida de su ojo resquebrajó su vida, volvió a trabajar en el campo de la construcción. “La vida no se detiene. Intento sonreír. No solo perdí mi ojo, sino que fracturaron mi mandíbula y necesito dinero para la operación.”, cuenta. Es optimista.
Jaime Vargas, presidente de la Conaie, acompañó a las victímas en el plantón en la Corte Constitucional. Foto: Tomada del Facebook Conaie
Su unión también tiene un sentido colaborativo para impulsar las acciones legales en cada uno de sus casos. Jaime Vargas, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), acompañó a los familiares y anunció la fundación de la Asociación de Víctimas del Paro Nacional Inocencio Tucumbi. en memoria del líder indígena que murió el 9 de octubre pasado.
Allí, Vargas -junto con la representación legal de la Conaie– una petición para “desclasificar los documentos de carácter de reservada y secreta por la búsqueda de la verdad, justicia y reparación integral para las víctimas individuales y colectivas de octubre”, señaló el dirigente. El objetivo, declaró, es aunar esfuerzos para que los casos avancen en materia jurídica.
Rosa Lanchimba tocó la guitarra en el plantón frente a la Corte Constitucional de Ecuador en el Día Internacional de los Derechos Humanos. Foto: EL COMERCIO
Patricia Mosquera, hermana de Edison Mosquera, quien falleció el domingo 13 de octubre, toma fortaleza. La ausencia de su hermano duele, quiebra, pero su memoria los motiva a seguir luchando para que su muerte se esclarezca. “Este no es solo nuestro dolor, sino el de todos. Las investigaciones en el caso de Edison son lentas, no avanzan. El Estado debe responder por lo que le sucedió”, asegura. Ella también recordó a las otras víctimas registradas en el contexto del paro: Silvia Mera, Abelardo Vega, Inocencio Tucumbi, Marco Oto, José Daniel Chaluisa, Raúl Chilpe, Édgar Yucailla y Gabriel Angulo Bone. “Necesitamos justicia y aquí vamos a seguir”, dijo, con firmeza.
Pero, del dolor, la avenida José Tamayo se pobló de sanjuanito. En el centro de un círculo, Rosa Lanchimba tomó su guitarra y la música se inició. Los heridos y familiares danzaban, se abrazaban, compartían. Entonces, la voz de Rosa clamaba: “¡Que se cumplan los derechos humanos! ¡Que viva la lucha de las mujeres! ¡Que viva la lucha social! ¡Abajo la oligarquía!“.
Laura Carrión, de 33 años, fue herida en la cabeza después de un disparo en el sector de El Arbolito. Perdió el olfato y el gusto. Además, tiene daño en el oído izquierdo. Foto: EL COMERCIO
Baltazar, padre de José Daniel Chaluisa, ha preferido observarlo todo con reserva. Recuerda a su hijo, con el que vivía en Quito. Los días en los que -a pesar del cansancio que demanda el oficio de estibador en el Mercado San Roque– eran esperanzadores. En silencio, se retiró, no sin antes pedir una investigación objetiva.
La vía comenzaba a llenarse. La Policía Nacional -que custodiaba la Corte Constitucional– observaba el baile. El rasgado de la guitarra seguía su curso y era conmovedor: los deudos aplaudían, se tomaban de la mano. Niños se acercaban, observaban curiosos la cofradía que se vivía. Así, la comunidad indígena reclamó por los derechos humanos: con la voz de Rosa al mando y una denuncia colectiva.