¿Quién es el presidente Rafael Correa? La pregunta parecería que tuviera una respuesta obvia, pero no: con una agenda gubernamental y mediática vertiginosa, poco se sabe del ciudadano Rafael Correa, del líder de Alianza País, capaz de hablar sin rubor y con fuerza sobre la tarima, pero tímido cuando le toca decir unas palabras en una reunión familiar.
El escenario está listo: dos sillas tipo Luis XV, una pequeña mesa que hace juego con las sillas, cámaras fotográficas y de televisión de EL COMERCIO y de la Presidencia .
Es miércoles 28 y son las 10:15 cuando se abre la puerta de su despacho en Carondelet. En su mano izquierda trae una gruesa carpeta que deja sobre la mesa y que no abrirá durante la entrevista.
Saluda cordial. Patricio Barriga, secretario de Comunicación encargado, le dice “es Rubén Darío Buitrón, de EL COMERCIO”, y responde: “Claro que lo conozco”. Ofrece disculpas por el atraso (la cita era a las 10:00). Cuando escucha que es una entrevista que no abordará la coyuntura, sino el personaje, dice “sí, con gusto”. Felicita al Diario por sus 106 años de vida. Al final de la entrevista envía un saludo a la directora, Guadalupe Mantilla de Acquaviva.
Hay una novela ‘Rapsodia Gourmet’. El protagonista es el chef más poderoso de Francia. Los médicos le dan pocas horas de vida y él intenta recordar el sabor que más le gustó. Cuando usted deje el poder, ¿qué extrañará?
Muchas cosas extrañaré y muchas no.
¿Cuáles no?
La seguridad, la agenda siempre desbordada, rígida. Sentir que uno no es dueño de su tiempo sino que la agenda lo domina a uno.
¿Y qué extrañará?
Tal vez que desde el poder se pueden hacer muchas cosas buenas. La satisfacción de haber dado un paso adelante para sacar al país de la pobreza. El contacto con la gente.
Vamos un poco atrás. ¿Cómo se ve cuando era catedrático? Lo recuerdan amable, informal, descomplicado…
Lo mismo dicen mis colaboradores…
¿Y cómo se ve ahora? ¿Ha cambiado en lo personal, en lo humano?
Lucho día a día para que no me cambie. Creo que una causa para que la gente me apoye es la autenticidad. Hago sacrificios para usar corbata. En la universidad daba clases en jean, camiseta y zapatos de caucho.
¿El poder complica la vida personal?
Mucho. Aunque usted no lo crea, soy tímido. Puedo hablar ante 30 000 personas, pero en una reunión social soy muy mal conversador y detesto hablar por teléfono.
¿Y la vida cotidiana?
Es difícil. No poder pasear tranquilo con la familia ni ir al patio de comidas de un centro comercial. Son cambios duros, duros…
Dicen que en la época de profesor usted era afable, chistoso. Pero ahora, cuando sale en los enlaces de televisión, lo ven bravísimo, enojado…
¿Pero usted ve todos los enlaces o no?
Claro, no me pierdo ni uno…
Anota, no se pierde ni uno (le dice a Patricio Barriga). En tres horas hacemos muchas bromas, pero de repente uno reafirma una idea o habla más fuerte y eso sacan en los resúmenes. Es la estrategia de dar la imagen de que uno tiene terrible genio, que es un dictador, y no es cierto. La tensión puede volverme irascible, pero soy una persona de buen humor.
Pero pierde la paciencia…
He sido ‘fosforito’, pero de buen carácter.
Hablemos del poder. ¿Qué es?
Oportunidad de servir. Desde fuera se puede ayudar, pero eso es parchar el sistema. Ecuador requiere cambiar estructuras excluyentes, injustas. Y para eso se necesita el poder. El objetivo es un país digno y justo.
¿Usted siente que tiene el poder del país? ¿Que tiene el control total?
Total, nunca lo voy a tener y no se lo debe tener en democracia. Pero en América Latina ganar las elecciones no es ganar el poder. Y esa ha sido la lucha en estos cinco primeros años: el cambio en las relaciones de poder.
¿Por qué? ¿Qué cambios?
Independientemente de quien llegara al poder debía seguir haciendo lo mismo. Y los grupos fácticos, entre ellos la prensa, influían en la agenda política. Esa ha sido la lucha: transformar un Estado burgués en popular.
¿Y lo ha logrado?
Poco a poco vamos logrando mayor poder, legítimo y necesario para gobernar. Pero falta consolidarlo para reducir la influencia de los poderes fácticos que han dominado el país.
¿Estado popular o proletario?
Popular. Un Estado integral, no un Estado aparente que solo representa a las élites.
¿Una sociedad de ricos o de pobres?
Una sociedad justa y equitativa. Como dicen los suecos: una soguita para bajar al que sube demasiado y otra soguita para subir al que baja demasiado. Demasiada diferencia destruye a la sociedad y demasiado igualitarismo destruye al individuo.
¿El modelo socialista nórdico?
El socialismo del siglo XXI. Hemos tomado cosas del socialismo escandinavo, pero con ideas relacionadas con nuestra realidad.
¿No sigue al socialismo cubano?
Somos críticos del socialismo tradicional. Guardamos principios básicos, pero evitamos errores y catecismos.
¿Es usted dogmático?
Tengo liderazgo y convicciones fuertes, y a veces eso se confunde con dogmatismo.
¿Y de ideas fijas?
Ni de ideas fijas. Confronto mis ideas con la realidad y si mis ideas se contradicen con la realidad, me quedo con la realidad.
¿Es autocrítico?
Tremendamente autocrítico. Soy el más duro crítico no solo de mi persona sino de mi equipo, aunque algunas veces exagero.
¿Por qué?
Así me educaron. Cuando yo llevaba un 19 sobre 20 en mi libreta, mi mamá no me felicitaba por el 19 sino que me preguntaba por qué perdí un punto.
¿Cree que hay que impulsar la educación para la paz, en especial ahora que vivimos en una sociedad polarizada?
¿Por qué? ¿Porque usted lo dice?
¿Por qué no incluir a todos?
Estamos abiertos al diálogo y al consenso, mas no al sometimiento. Pero como hay una minoría que siempre hizo la opinión pública, ahora la sociedad está polarizada. Respeto su criterio, pero no lo comparto.
¿Por qué?
Porque hay claros signos de institucionalización del Estado. Nunca hubo una relación tan buena entre Presidente y Vicepresidente, entre Presidente y Asamblea. Los comandos conjuntos de las Fuerzas Armadas duran dos años. Estamos más unidos que nunca, pero es imposible contentar a todos.
Hay una percepción de que la Asamblea está subyugada a usted.
Es como lo que pasa con el alcalde (de Quito, Augusto) Barrera. Ya le están haciendo una campaña de incapaz, que no hace nada por Quito. ¿Por qué? Porque no insulta al Presidente o no hace paros ni es bravucón.
¿Extrañará a Lenin Moreno cuando usted esté en su segunda Presidencia?
Por supuesto, muchísimo. No solo es un queridísimo amigo, sino un ejemplo de vida.
¿Y está pensando en su reemplazo?
No sé si yo siga. No está nada definido.
Las encuestas dicen que es usted…
Sí, hasta ahora. Pero créame que no me atrae mucho. Esto cansa… Yo soy feliz en la Presidencia, pero no necesariamente más feliz que en la vida universitaria.
Pero, ¿quién reemplazará a Moreno?
Je, je. No me va a hacer caer en la trampa. Con los años ya no me hacen caer.
¿Algún rato del día está solo?
Todo ser humano necesita estar solo. Los que somos creyentes necesitamos orar, y algo que atormenta es no poder estar solo.
¿Qué se dice cuando está solo?
Trato de interiorizar, orar. Voy de mi actividad presidencial a mi familia y estoy ciento por ciento con mis hijos y mi esposa. Les quito tanto tiempo que no llevo trabajo a la casa.
¿Escucha música? ¿Lee?
Me gustaba mucho la música y tengo todo lo de Alberto Cortez. Me gustaba mucho leer un buen libro, pero ahora es casi imposible.
¿El último libro que disfrutó?
Estoy leyendo ‘Los delitos de opinión’, del presidente Leonel Fernández, presidente de República Dominicana. No me gusta mucho la novela, pero el año pasado disfruté la relectura de ‘Cien años de soledad’.
¿Extraña la vida familiar?
Por supuesto. Muchísimo. Insisto: salgo de aquí y me olvido que soy Presidente.
¿Quisiera que uno de sus hijos fuera Presidente de la República?
Quisiera que mis hijos fueran felices. Y ante todo que sean libres.
Su hija Sofía está haciendo trabajo social en Zumbahua, como usted…
Mis dos hijas, y por su propia iniciativa.
¿Y Miguelito, todavía no?
¡Ah, ese niño es una ‘bala perdida’!
¿Usted reza todos los días?
Me levanto y aunque sea un ratito digo: Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu…
¿Se confiesa? ¿Comulga?
Sí.
¿Todos los domingos?
No todos, pero tengo mi confesor en Guayaquil, a quien visito frecuentemente.
¿Quién es?
El padre Alonso Ascanio, jesuita.
¿Usted perdona, Presidente?
Por supuesto.
¿A todos?
Es un deber del cristiano. Decir que es fácil sería mentir. Pero trato de no guardar rencor.
¿Nunca ha mentido?
Mentir es antinatural. Soy inútil para mentir. En especial al pueblo ecuatoriano.
¿En qué no le salen bien las cosas?
En el cambio cultural del país. Y en eso me siento solo. La victimización nos ha hecho mucho daño y nos ha quitado capacidad autocrítica. Estoy leyendo la vida del Primer Ministro de Singapur, el proceso de desarrollo más exitoso de la historia. ¿Sabe cuál es la clave? La cultura de la excelencia. Sin ese salto (impuntualidad, conformismo, irresponsabilidad) es imposible el desarrollo. Eso no se logra por decreto y es frustrante.
¿Le frustró también que Emelec no quedara campeón?
Más que frustrado, lo que voy a hacer es quemar a Saritama como año viejo…
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