A Ricardo Patiño hay que costearle un curso de historia porque es necesario que quienes ocupan cargos en el Gobierno no digan babosadas tan grandes como la que se expresa en el comunicado de la Cancillería ecuatoriana sobre la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Libia.
Dice el documento que el Ecuador mira con preocupación la decisión de la ONU de detener a Muamar el Gadafi “debido a (que) esta decisión puede llevar a una intervención extranjera en ese país, como ya sucedió en Iraq y en el conflicto de los Balcanes”.
Bastaría un curso para que Patiño vea que cuando hubo intervención en Iraq fue por la decisión demencial de George Bush y no por voluntad de la ONU.
Y sobre los Balcanes: decir que hay preocupación por una eventual intervención extranjera como la que hubo en la ex Yugoslavia es desconocer no solo la historia sino tener muy poca verguenza. Si no fuera por la intervención de la OTAN, el asesino de Milosevic hubiera culminado uno de los genocidios más espeluznantes de la historia.
Es cierto que la intervención extranjera no es, en principio, ni ética ni conveniente. Sin embargo, este principio no puede se considerado sin pasar por el tamiz de los derechos humanitarios.
Tolerar una masacre bajo el principio de la no intervención es tan criminal como participar en ella. Habría que imaginar el destino de los bosnios si la decisión de parar a Milosevic hubiera estado en manos de la actual Cancillería ecuatoriana.
El curso es algo urgente.