El poeta Julio Pazos comprende que la permanencia de Juan Montalvo en el futuro se dará por la calidad de su escritura, pues sus ideas políticas pueden tornarse obsoletas y anacrónicas.
Pazos señala que la ausencia de un estudio sobre su literatura como un corpus orgánico ha contribuido en una desfiguración del escritor; dado que hasta el presente no existe una sola edición crítica de la obra montalvina.
A su regreso de Europa, el autor ambateño escribe la Carta a García Moreno, donde señala modelos y principios para gobernar. Sin embargo, la carta no tuvo respuesta, lo cual supone que Montalvo atravesó una experiencia desagradable.
En ‘El Cosmopolita’ inicia sus críticas a un gobierno totalitario y fanático. Para entonces, estos textos no movilizaban masas, pues solo la minoría de la población era letrada.
Sus disputas con sus contemporáneos, como el Obispo Ordóñez y Juan León Mera, también fueron agitadoras. La pugna con Mera se desenvolvió a manera de pasquines, con acusaciones de préstamos de libros no devueltos, apelaciones a rasgos físicos y desprecios subidos de tono. Esto se halla en ‘Páginas desconocidas’.
En ‘Los siete tratados’ están ensayos libres construidos en base al pensamiento del autor, donde “algunas páginas son magistrales y otras ilegibles, por la saturación de referencias”, dice Pazos.
Este libro fue incluido en el Index del Vaticano, como uno de los libros prohibidos para los católicos. En ese sentido, cabe contextualizar que la Iglesia comprendía al liberalismo como una doctrina herética. Ante dicha acusación, Montalvo escribió‘Mercurial eclesiástica’, donde con datos probados y no, el pensador ataca a la Iglesia y a sus miembros, incluso mencionando líos de sotanas y faldas.
En ‘El regenerador’ y ‘Las Catilinarias’, el principal blanco de sus frases es Ignacio de Veintemilla, aunque eso no excluye a otros personajes de la época. En el segundo título mencionado, Montalvo asume lo hecho por Cicerón como una manera efectiva para destruir a su oponente.
Y la pluma de Montalvo, reconocida en Europa, también fustigó por allende el Atlántico: por su intolerancia a la literatura de Gustav Flaubert se distanció de amistades; y por la negativa del entonces secretario de la Real Academia de Lengua, para otorgarle una silla en dicha institución, concibió su ‘Académicos de Tirteafuera’.