Las redes sociales transformaron la dinámica electoral, convirtiéndose en plataformas clave para la comunicación entre candidatos presidenciales y electores. Cuatro expertos plantean diversas perspectivas sobre la forma en que los aspirantes emplean estos espacios digitales y el impacto en el electorado.
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Marco López Paredes, director del Observatorio de Comunicación de la PUCE, establece que los candidatos, especialmente en plataformas como TikTok, adoptan un enfoque centrado en el espectáculo. A su juicio, hay una tendencia a centrarse en establecer un discurso “bastante vacío”. Este fenómeno se refleja en montajes que mezclan música, videos e imágenes llamativas. Esto contrasta con la necesidad de un debate más sustancial sobre políticas y propuestas.
En consecuencia, no se promueve un verdadero diálogo político. Los candidatos más bien prefieren un formato visual rápido y entretenido que no necesariamente informa o educa al electorado. Quienes lideran la campaña electoral, según López, se dedicaron a justificar sus acciones o defender acciones que no se han realizado históricamente. Otros se concentraron en generar discusiones y disputas, pero no tienen una participación significativa.
Un canal de movilización electoral segmentada
Pablo Escandón, docente de la U. Andina, agrega otra arista a este análisis al enfatizar el papel de las redes sociales como el principal canal de movilización electoral. Incluso supera a los medios tradicionales. Con las redes sociales, añade, se puede segmentar y microsegmentar a la población con la que se quiere conversar, debatir y movilizar el voto. En definitiva, hay una intención estratégica de dirigirse a grupos.
López también destaca que las redes permiten al electorado interactuar y discutir con los candidatos de manera más cercana, facilitando un diálogo que no era posible en los medios convencionales. Sin embargo, considera que algunos candidatos cometen el error de bloquear comentarios, lo que limita la posibilidad de construir un diálogo social efectivo.
Escandón, además, enfatiza que al no haber regulación en estos espacios, ha llevado a los candidatos a invertir factores considerables en publicidad digital. Uno de los aspirantes, por ejemplo, invirtió cerca de 100 mil dólares, del 4 de enero al 2 de febrero del 2025. Pero a esto inyectó más recursos en las plataformas de Meta, a través de otra página relacionada a su campaña. Esto refleja la creciente importancia de las redes en las tácticas de comunicación política.
De forma paralela, este académico explica que los contenidos se fundamentan en trends, retos y demás acciones propias de estas plataformas y de lo que está en tendencia entre los usuarios. Esto es aprovechado por los candidatos para posicionar su imagen y discurso, pero no todos lo hacen bien y no todos son aceptados por los usuarios, ya que al ser importados e impuestos, los usuarios los pasan.
El desafío de no ser rechazados en redes sociales
Carlos Ferrín, académico de la U. Espíritu Santo, en cambio, enfatiza que si bien las redes sociales se han vuelto una representación de lo que una persona es y de su vida social, nadie entra a ver políticos. Esto puede llevar a un rechazo automático o evitar los mensajes políticos.
En esencia, Ferrín sostiene que la política necesita encontrar formas de integrarse de manera más orgánica en el espacio social de las redes para ser efectivamente recibida por los usuarios, quienes prefieren contenido más ligado a su vida cotidiana que a la política en sí.
En ese sentido, Escandón cree que hay que reconocer que el primer y mejor contacto con un candidato es el cara a cara y caminando. Pero para mantener la idea de cercanía y proximidad con los votantes, los candidatos se muestran más iguales a los votantes en redes sociales y así no generar rechazo. Incluso responden preguntas más íntimas o personales que pueden hacer los votantes. Como ejemplo de esto están los ‘ping pong’ o apariciones con ciertos influencers, que se muestran adeptos a sus propuestas políticas y con los que se muestran más naturales.
Ferrín sostiene que los jóvenes tienden a cambiar rápidamente de tendencias y se sienten incómodos al ver a figuras como políticos o padres imitando esas tendencias. Esto les provoca “cringe”. Para captar la atención de este grupo, los políticos tienen que ser auténticos y divertidos y evitar parecer forzados. La clave para conectar con los jóvenes es expresar lo que ellos piensan pero no se atreven a decir, lo que permite crear un vínculo más cercano y auténtico con esta audiencia.
¿Los candidatos deben replantear el uso de redes sociales?
López recomienda a los candidatos utilizar las redes sociales de manera ética y evitar la polarización y los discursos de odio, dado que la actual campaña se ha convertido en un enfrentamiento de ideas y posiciones. Esta guerra de “nosotros contra ellos” no propicia un debate sano. También subraya la necesidad de regular la información en espacios digitales y promover la alfabetización digital para ayudar a la sociedad a identificar contenido falso, un reto importante para el futuro.
Sobre la desinformación en estas plataformas, Ferrín señala que su efecto depende de la credibilidad: las falsas y que son absurdas se desvanecen rápidamente, mientras que aquellas que resuenan con creencias preexistentes son más dañinas y persistentes. A pesar de aclaraciones sobre su falsedad, muchas personas no corrigen su percepción debido a sesgos personales. Esto demuestra la dificultad de deshacer el daño que causan en la opinión pública.
Por otra parte, Álvaro Marchante, de Comunicaliza, explica que los candidatos pueden medir de manera efectiva el impacto de sus campañas. Explica que el análisis de las reacciones del público, como el número de comentarios y el uso de herramientas como Google Trends, les permite ajustar estrategias en tiempo real. “El más sencillo es ver cómo la gente reacciona a las propias publicaciones”. En conclusión, existe un marco de retroalimentación inmediato que pueden utilizar los candidatos para reforzar su conexión con el electorado.