La bancada legislativa del correísmo, que hasta hace pocos días se identificaba como Revolución Ciudadana, sorprendió al presentarse en redes sociales con una nueva denominación: Bancada Ciudadana.
Más noticias
¿Bancada Ciudadana?
El anuncio se hizo el martes 22 de abril de 2025, a 22 días de la instalación de la nueva Asamblea Nacional, y en medio de un discurso que remite a la resistencia política tras la derrota electoral de su candidata, Luisa González.
Aunque en los comicios legislativos se convirtieron en la primera fuerza política, las nuevas adhesiones al oficialismo de Acción Democrática Nacional (ADN) y la pérdida de una curul convirtieron a la bancada correísta en la segunda más numerosa, con 66 asambleístas.
Desde entonces, sus esfuerzos se han concentrado en mostrar cohesión interna. Primero con una carta pública y luego con un mensaje en X en el que desapareció la palabra “Revolución” de su denominación.
Cambio simbólico en nombre y narrativa de la Revolución Ciudadana
Alondra Enríquez explicó que el eslogan Revolución Ciudadana nunca se consolidó como una bandera fuerte ni siquiera dentro de la estructura partidista. Ella considera que el cambio hacia Bancada Ciudadana busca responder a una exigencia de renovación planteada por la base política.
El nuevo término puede generar una percepción de apertura.
Enríquez también dijo que las transformaciones deben ser estructurales y no solo discursivas. Destacó que las últimas decisiones del partido, como la exclusión de líderes históricos en territorio, ya generaban inconformidad antes de la campaña.
Para ella, esto evidencia una necesidad de reorganización interna más profunda que el cambio de nombre.
Desmarque discursivo frente al pasado
El consultor político, Rafael Silva, considera que el cambio obedece a una intención de suavizar la carga ideológica asociada a la palabra Revolución. Desde su análisis, la decisión refleja un intento por reducir el rechazo que genera el discurso radical del correísmo, aunque duda que tenga un efecto real en la ciudadanía.
Silva señaló que la militancia correísta es disciplinada y leal, por lo que no se anticipa una fractura dentro del bloque. Además, recordó que, pese a algunos comunicados de RETO, todos los legisladores electos por esa alianza aparecen en fotos junto a Luisa González, lo que indica cohesión interna.
Impacto limitado en alianzas o imagen pública
Para el especialista en comunicación política, Andrés Obando, la modificación en la marca legislativa no altera la esencia de la bancada ni su posibilidad de lograr alianzas.
Él comparó este caso con el de Madera de Guerrero en 2009, cuando se buscó un deslinde del Partido Social Cristiano. Ahora, el cambio es menor y sin modificación de colores o liderazgos.
Obando agregó que mientras el término correísmo siga en el discurso público, el nombre que adopte la bancada será irrelevante para la percepción ciudadana. La figura de Rafael Correa permanece como eje central del movimiento, y ese protagonismo impide que el cambio de nombre se perciba como una verdadera transformación.
Sin ruptura ni reorganización visible
Los tres analistas coinciden en que el movimiento no muestra señales de fractura inmediata. Obando y Silva afirman que la dirigencia histórica sigue intacta y que la renovación estructural todavía no se concreta.
Enríquez, aunque considera que el cambio de narrativa puede ser un primer paso, también resalta la necesidad de ver acciones políticas concretas.
Obando mencionó que no se percibe una intención clara por parte de los cuadros progresistas del correísmo de construir una nueva alternativa. Desde su perspectiva, mientras los liderazgos antiguos continúen dominando, el partido seguirá funcionando bajo el mismo esquema de los últimos años.
El peso simbólico del nombre y sus límites
En opinión de Silva, el mayor beneficio del cambio sería una “lavada de cara” mediática. Cree que instalar la idea de renovación en los medios puede generar un efecto simbólico, aunque sin consecuencias prácticas.
Alondra Enríquez señaló que el nuevo nombre podría apelar a valores ciudadanos más amplios, si se acompaña de decisiones coherentes.
Obando comentó que, mientras se mantenga el liderazgo de Rafael Correa, cualquier cambio nominal no tendrá impacto real. Para los tres expertos, la clave no está en cómo se llama la bancada, sino en cómo actúa y se organiza políticamente en la nueva Asamblea.
La mirada juvenil como nuevo frente político
La analista en temas políticos, Sofía Guerrero, interpretó el cambio como un intento de lavado de imagen. Para ella, la derrota electoral reciente evidenció un desgaste incluso en el voto duro de la Revolución Ciudadana. Desde su perspectiva, el movimiento enfrenta dificultades para adaptarse al nuevo contexto político del país.
Guerrero afirmó que el nuevo nombre busca conectar con votantes jóvenes, alejados de las estructuras tradicionales. Ella considera que estos grupos, que hoy participan mediante el voto facultativo u obligatorio, demandan representaciones distintas y rechazan figuras asociadas al autoritarismo o la corrupción.
Unidad discursiva o fragmentación en proceso
Guerrero mencionó que el cambio podría facilitar alianzas con sectores progresistas no identificados con el correísmo. Según su análisis, al adoptar una denominación más neutra, el bloque puede abrir espacios de acercamiento.
Sin embargo, también advirtió que abandonar el término Revolución Ciudadana puede diluir la identidad política del movimiento.
La analista dijo que este ajuste podría derivar en una tensión interna entre figuras tradicionales y nuevos liderazgos. En su opinión, algunos asambleístas jóvenes podrían usar la visibilidad del correísmo como trampolín para construir sus propios espacios políticos. La clave indicó, estará en observar las decisiones que tome el bloque en el arranque de la legislatura.