Un policía dentro de un carro antimotines daba la señal para que las personas que quedaron atrapadas en el fuego cruzado entre soldados y uniformados abandonaran la zona del Regimiento Quito.Fueron minutos de calma que la gente aprovechó para escapar de esa zona de guerra. Desde las 21:00, 700 militares de la Brigada de Fuerzas Especiales del Ejército y de otras unidades de Quito montaron un operativo para rescatar al presidente Rafael Correa. El Mandatario había cumplido más de nueve horas retenido en el Hospital de la Policía y el diálogo con los sublevados había fallado. A las 20:00, la ministra de la Política, Doris Soliz, quiso llegar al hospital, pero fue agredida por los uniformados. La funcionaria se puso a salvo en el centro Metrópoli. Para sacarla del sitio debió usar una bata de médico.Los policías no cesaron su protesta, pese a los ofrecimientos que se hicieron en la tarde. Con la noche, la violencia creció, los policías perdieron la cordura y agredían a cualquiera que pasaba por la calle. Dentro del hospital, los policías amotinados pedían la amnistía para todos, pero el Gobierno no cedió.En ese momento, se dio el ultimátum, caso contrario los militares rescatarían al Jefe de Estado. Los soldados fueron recibidos con disparos y por francotiradores. El coronel Luis Castro, jefe militar del operativo, dijo que los soldados fueron con sus boinas, pero cuando fueron recibidos a fuego, respondieron. Los estruendos de los balazos y de las bombas lacrimógenas se escucharon por más de una hora. Incluso, cuando Correa daba su discurso en Carondelet la balacera continuaba. Los civiles que aún permanecían en la zona debieron lanzarse al piso para evitar las balas perdidas. Las luces de los edificios aledaños fueron apagadas. El caos parecía no terminar. Hubo minutos de silencio. Pasadas las 22:00 un policía antimotines recorrió la avenida Mariana de Jesús. “Salgan, todo está tranquilo. Salgan por favor”, repetía el uniformado.