Mauricio Bayas
Con un machete en su mano derecha, el guardia Jorge Vizuete recorre el Parque Arqueológico Rumipamba. Él es una de las dos personas que cuida el parque. En los sitios donde hay humo remueve la vegetación. Así evita que el fuego que quemó 5 hectáreas, el pasado domingo, se reactive.
Trabaja como guardia del Parque Rumipamba en los terrenos del Banco Central desde hace un año. En ese tiempo ha visto en el espacio verde conejos plomos, colibríes, mariposas de varios colores y muchas especies más. Sin embargo, su hábitat está destruido. Entre la vegetación que queda hay un fuerte olor a humo.
La lluvia aplaca el fuego
Según el Cuerpo de Bomberos del Distrito, las lluvias del martes y de ayer apagaron los focos de incendios. Hubo menos emergencias.
La instalación de los campamentos con el apoyo de las Fuerzas Armadas se realizará en los próximos días. Ayer, hubo un vuelo de monitoreo.
Las hectáreas incendiadas en este verano son 260. El Plan Fuego de los bomberos funcionará hasta el 15 de octubre.Vizuete recuerda que el pasado fin de semana, lo que empezó como una llama pequeña creció y afectó a gran parte del terreno. Por eso, desde el lunes, debe recorrer en su turno diario hasta seis veces por todos los rincones de esta reserva ecológica y alertar a los bomberos y administradores si hay fuego. “No podemos descuidarnos porque se puede volver a encender la candela”.
A las 10:09 de ayer, entre los árboles quemados empezó a formarse una columna pequeña de humo. Vizuete utilizó su machete para mover los pajonales secos que intentaban prenderse otra vez. Una ligera corriente de viento alimentaba el fuego.
Patricio Herrería, morador del conjunto residencial Altos del Parque, manifiesta que antes del incendio se vigilaba el extenso parque de 16 hectáreas. Pero considera que dos guardias para toda la extensión de terreno no son suficientes. Al frente de la propiedad también hay otro terreno del Fondo de Salvamento (Fonsal), que completa las 32 hectáreas del parque.
Hólger Jara, director de Arqueología del Fonsal, informó que en total se quemaron 5 hectáreas y se perdieron especies de vegetación alta y microflora. Además, murieron varios animales. “Aumentamos la vigilancia porque es un sitio importante”.
Por ello, 20 personas se dedican a cuidar las áreas a cargo del Fonsal y especialmente la Casa de Hacienda, donde hay cerámicas, líticas, osamentas, tejidos y metalurgia de todos los proyectos como: Rumicucho, Guayllabamba, Tulipe, Florida, Rumipamba…
En el sitio no hay una patrulla de bomberos. Pero los guardias dicen que si se prende una llama, ellos avisarán a los bomberos. A diferencia de lo que ocurre en estos sitios, en los barrios La Primavera y La Primavera Alta no hay bomberos ni guardias que vigilen la ladera del Rucu Pichincha.
En este barrio, la semana pasada, los vecinos sofocaron las llamas con ramas. En total se quemaron 35 hectáreas. Rosalía Farinango, integrante del Plan Fuego y moradora del barrio, es la encargada de monitorear. Ella tiene un equipo de comunicación para alertar a los bomberos.
La misma función cumple Carlos Sigcha, en el cerro Ungüí. Pero su tarea no garantiza que no se vuelva a incendiar el cerro. En distintas partes de la montaña hay campesinos que labran el campo, además, queman basura y hierba.
El cumple su función de alertar a los bomberos si la montaña se vuelve a incendiar. Pero, preocupado, dice que no puede impedir el trabajo de las personas que fabrican carbón. “Es peligroso caminar por esta zona. Hay robos. Tampoco puedo interrumpir el trabajo de los carboneros”.
La vigilancia en los cerros donde hubo incendios se monitorea con los motorizados del Plan Fuego. En Tumbaco, Cumbayá, Cruz Loma, Guangopolo… los bomberos mantienen vigilancia.
También desde ayer la Policía realizó un monitoreo en el helicóptero. A las 10:30 el sobrevuelo cubrió las montañas. El Cuerpo de Bomberos informó que las lluvias de las últimas 24 horas ayudaron a disminuir el número de incendios forestales.