En su reciente reunión en Cotacachi, los ministros de Relaciones Exteriores de Ecuador y Colombia lograron tres acuerdos trascendentales: nombrar en el más breve plazo a los encargados de negocios en las respectivas capitales, fortalecer la comisión de asuntos fronterizos (Combifron) y avanzar en los temas de la comisión de asuntos sensibles.
Todos los ciudadanos debemos aplaudir las gestiones que llevan adelante –por rigurosas disposiciones presidenciales de lado y lado- los cancilleres de Quito y
Bogotá en su intención de encontrar las vías más expeditas para que Ecuador y Colombia sellen su reencuentro diplomático.
Las relaciones de ambos países han sido históricamente solidarias y los habitantes de ambas naciones han encontrado siempre en sus vecinos una actitud de respeto, afecto y apertura. Todos los días, en los dos lados de la frontera, se tejen historias ejemplares y aleccionadoras que revitalizan el sentido de unidad en la diversidad cuando se piensa en el desarrollo conjunto de los dos pueblos.
No se pueden desconocer los graves problemas surgidos a raíz de la agresión militar a territorio ecuatoriano para atacar y liquidar al segundo comandante de las FARC.
Tampoco es posible omitir que existen sombras y dudas entre los dos gobiernos, en especial debido a sus diferencias ideológicas y a sus distintas visiones de conceptos tan estratégicos como la seguridad, la paz, la justicia social y la democracia.
Pero son precisamente esas diferencias las que se deben tolerar y superar en función de intereses comunes mucho más permanentes y profundos. Entre dos naciones inseparables por geografía e historia corresponde esforzarse por mirar juntas el futuro.