Los jóvenes se graduaron de policías el pasado 22 de marzo del 2019. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
A Óscar Sánchez, Carlos Gutiérrez y Jennifer Ocampo los une el uniforme policial, pero también el deseo de servir y proteger a los ciudadanos.
Los tres forman parte de los 1 971 uniformados que el mes pasado (marzo del 2019) se unieron a la Policía Nacional. Entre nervios por ser sus primeros días en la institución, contaron a EL COMERCIO su historia.
De La Maná al Guayas
Para Óscar Sánchez, de 25 años, lo más difícil de su formación como subteniente de Policía fue alejarse de su familia durante cuatro años. Él es oriundo del cantón La Maná (Cotopaxi) y cuenta que desde pequeño soñó con formar parte de la institución.
Para ser oficial ingresó a la Escuela Superior de Policía. “Estaba decidido, sabía que el camino iba a ser duro, pero siempre tuve el entusiasmo”, relata. Sus padres lo apoyaron desde que tomó esa decisión.
Luciendo su uniforme café con verde olivo, detalla que deberá trabajar en grupos para realizar operativos específicos en zonas estratégicas en la provincia del Guayas.
Óscar dice no tener miedo, pues durante los años de formación aprendió la doctrina policial, derechos humanos y herramientas para aprehender y neutralizar a los antisociales. Espera con sus conocimientos servir y proteger a la ciudadanía.
El primer policía de la familia
Desde pequeño, Carlos Gutiérrez soñó con ser el orgullo de sus padres y el primer policía de la familia. El joven, de 20 años, y oriundo de Jipijapa (Manabí), es el menor de cuatro hermanos.
Él cursó sus estudios en la escuela Sargento Segundo José Luis Alfonso Rosero León, ubicada en Manabí y se incorporó a mediados de marzo como policía. Sueña con formar parte del eje investigativo y ser un agente encubierto de una unidad de inteligencia como la Policía Judicial.
1 971 jóvenes se unieron a la Policía Nacional. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Para Carlos, el querer servir, ayudar y proteger, lo impulsó a querer ser de un uniformado. Desde el pasado 22 de marzo está asignado a la provincia del Guayas y admite que la distancia y el pasar lejos de su hogar es difícil. “Nosotros perdemos tiempo importante con nuestra familia, pero como policías hicimos un juramento de dar nuestra vida de ser necesario. Es lo que elegimos”.
Anhela disminuir la violencia intrafamiliar
Las 14 horas de distancia que hay entre la provincia de Zamora Chinchipe y Bolívar, hizo que Jennifer Ocampo, de 20 años, solo viera dos veces a sus padres mientras cursaba el curso para ser policía.
Ella se formó durante un año y cuatro meses para policía en la escuela de Formación de Policías San Miguel de Bolívar. Sus padres aceptaron su decisión y pese a tener pocos recursos económicos, apoyaron a Jennifer.
“Para mí fue muy duro, porque jamás me había alejado de casa. Como estaba muy lejos, yo no podía viajar a verlos”, cuenta. La joven, de ojos claros y cabello castaño, recuerda el abrazo que le dio a su mamá al despedirse. También la emoción de verlos presentes en la ceremonia de incorporación.
Jennifer está al tanto de los problemas intrafamiliares, las agresiones domésticas y los casos de femicidios que se reportan en el país. Por eso, indica que aspira a ser parte del Departamento de Violencia Intrafamiliar de la Policía, para ser mediadora ante los conflictos y disminuir la violencia en los hogares.