Los mensajes: “Descuentos en juguetes y adornos navideños. Precios de locura todo el mes de octubre”. Los transmite en estos días, megáfono en mano, la vendedora de un almacén en el norte de Quito.
En ese local, una camisa de origen asiático vale desde USD 13, pero al país entró con un valor de USD 0,43, con documentos y facturas alterados.
Al declarar a Aduana un valor menor, se pagan menos impuestos y se perjudica al Estado, que tendrá menos ingresos para invertir en la población.
El almacén, cuyo propietario es un importador extranjero, no solo ha traído camisas declarando valores irreales. En el listado hay mochilas, relojes, vasos, adornos y más productos de China.
Esta información consta en documentos de Aduana que muestra Danny Chalá, un vendedor de origen imbabureño, a quien le ofrecieron un sueño: convertirse en empresario. Ahora denuncia que fue engañado y estafado.
En 2016 conoció al “extranjero” por medio de unos compadres, y acordaron invertir en conjunto para importar mercadería. El trato era que Chalá creara una empresa unipersonal a su nombre.
El importador de origen asiático ofreció darle asesoría, hacer las compras a nombre del comerciante local, desaduanizar la mercadería y hacer la contabilidad de la firma.
Chalá, en cambio, debía hacer las ventas de la mercadería al por mayor a almacenes en Quito, Guayaquil y otras ciudades, por las cuales le ofrecieron comisiones. Ambos invertirían USD 15 000 cada uno.
Para que “el extranjero” haga las operaciones de comercio, Chalá reconoce que facilitó su firma electrónica y abrió una cuenta conjunta con la esposa del “importador”, para hacer transferencias al exterior.
El primer año, pese a las buenas ventas, la empresa no generó ganancias. De eso se percató Chalá solo cuando revisó la declaración de renta. Él cuenta que el “extranjero” le decía que era porque aún no se vendía toda la mercadería, pero nunca tuvo acceso a los inventarios. “Como yo sí sacaba comisiones por las ventas, no me preocupé tanto”, relata el hombre de 38 años.
Pero en agosto de 2018 empezó a recibir notificaciones de Aduana con multas de USD 136 000, por haber declarado valores irreales. En total, dice que el “extranjero” importó 19 contenedores, aunque Chalá señala que solo sabía de 8.
Desde entonces, el comerciante imbabureño ha puesto dos demandas en la Fiscalía, la primera por estafa, pero fue archivada; y la segunda por falsificación de firmas, que está en proceso de indagación.
Casos como estos no son aislados. Aduana supone que existen redes de contrabando. “Esas bandas buscan terceros más débiles para hacerles importar, incluso les apoyan y les hacen abrir empresas unipersonales, les venden un sueño y luego los usan para hacer sus actividades ilícitas”, dice Carola Ríos, titular del Servicio de Aduana del Ecuador (Senae).
Chalá asegura que, en algunos casos, existe complicidad entre el importador local y la empresa extranjera que vende la mercadería, la cual da una factura para Aduanas y otra, la real, al importador.
Él accedió a uno de esos comprobantes, que evidencia que un contenedor tenía mercadería valorada en USD 42 200, pero solo se declaró que era por USD 18 000.
Para la Aduana es complejo determinar el valor real de la mercadería, por lo que hacen los cálculos teniendo como referencia sus bases de datos.
Otro problema es que no toda la mercadería que sale de Aduana se comercializa en el país con facturas, sino con notas impresas solo en computadora, escapando a los controles del Servicio de Rentas Internas (SRI).
Según las declaraciones del impuesto a la renta, el “extranjero” vendió USD 881 000 a nombre de Chalá, pero él dice que habrían sido 3,3 millones.
Para evadir los controles, los defraudadores optan por abrir empresas a nombre de familiares y exigen a los compradores locales pagos en efectivo.
Aduana ha hallado y sancionado 524 casos de subvaloración entre enero y agosto de este 2021. En ese mismo período, las autoridades aduaneras han recuperado USD 8,3 millones a favor del Estado.
Para Napoleón Santamaría, experto tributario, es urgente que se concrete la fusión entre la Aduana y el SRI, que alguna vez se habló; a fin de tener un mejor cruce de información. Una segunda acción, dice, es invertir más en tecnología para mejorar los controles antes de que la mercadería salga de los puertos y aeropuertos.
Para Chalá, el camino por recorrer aún es largo. Por los intereses, él ahora debe pagar a Aduana USD 181 000 y no tiene dinero. “Estoy en la ruina y desesperado. Me separé de mi esposa por estos problemas, perdí mi inversión, no puedo abrir otro negocio porque tengo todas las cuentas y bienes congelados. El ‘extranjero’ declara en cero y no le pasa nada”.