Llegar a los 60 años es el anhelo de dos afiliadas del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) para acceder a la jubilación. Con más de 45 años de edad y dificultades para encontrar un empleo estable, Norma y Aracely mantienen sus aportaciones para cobrar la pensión, fruto de su trabajo, en unos años.
En el Ecuador existen brechas en la cobertura de ingresos previsionales, lo cual se refleja en el acceso a la jubilación. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), antes de la pandemia solo tres de cada 10 personas mayores de 65 años tenían una pensión.
A esto se suma la crisis de liquidez por la que atraviesa el IESS. La situación ha puesto en discusión algunas reformas al sistema de Seguridad Social. Uno de los planteamientos es aumentar los años de aportación, modificar la base de cálculo de las pensiones jubilares y revisar el aporte estatal.
Testimonios
‘Mi esposo me afilió (…) no quería perder mi continuidad en aportes‘ al IESS
Hay casos en que las personas han buscado el apoyo de familiares o amigos para que los puedan afiliar y continuar con su aportación para la jubilación.
Aracely tiene 48 años y su esposo la afilió como si fuera su trabajadora:
“Mi esposo me afilió como si fuera su trabajadora porque él tiene su negocio propio y está registrado en el IESS como empleador. Yo dejé de laborar hace tres meses y como no quería perder mi continuidad en los aportes, se nos ocurrió esa idea.
En el 2018, perdí mi empleo. En esa ocasión hice una afiliación voluntaria, pero como tenía un crédito quirografario tenía que pagar mensualmente esa obligación y a veces me olvidaba. Además que luego no pude acceder a un nuevo crédito. Ahora tengo otro préstamo, pero para no pagar directamente y que me descuenten las cuotas de mi sueldo, mi esposo me sugirió que me afilie de esta forma.
También tengo entendido que con la afiliación voluntaria no hay algunos beneficios que con la otra (entre ellos, fondos de reserva, el seguro de cesantía y desempleo, el acceso a crédito quirografario).
Mi esposo me registró con el sueldo básico y -según eso- paga mi aporte, más USD 100 de mi crédito. Estos recursos los usamos de nuestro presupuesto familiar, que ahora lo hemos ajustado también para cumplir con los pagos de nuestros dos hijos menores, que aún tienen gastos de la secundaria y de la universidad.
Aún no me he puesto en búsqueda de trabajo porque mi esposo está un poco delicado de salud y estoy cuidándole. Sé que será complicado encontrar un trabajo pronto. Primero porque el panorama, en general, es complejo y segundo, por mi edad. Casi ningún empleador quiere contratar a personas mayores de 40 años.
A mí me faltan 12 años para llegar a los 60 de edad, pero 15 años de aportación, para poder acceder a la jubilación. No imagino que tenga que esperar más años para acceder a este beneficio, porque en esta inestabilidad tendría que seguir pagando mi aporte con recursos propios, que no siempre pueden haber”.
‘Tomo dinero de mi tienda para pagar la afiliación’
Norma Salgado tiene 56 años y es afiliada voluntaria del IESS
“Hace cinco años perdí mi empleo de secretaria de un estudio jurídico, donde trabajé por 15 años. Al inicio no me preocupé de la situación y estuve seis meses buscando empleo y sin aportar al IESS. Cuando vi que la situación no era fácil, sobre todo por mi edad, lo primero que pensé es: ‘Debo seguir pagando el seguro’.
En ese entonces, mi esposo me dijo: ‘Yo te afilio como cónyuge’; con lo cual, él tuvo que incrementar su aportación, pero valía la pena para seguir pagando para mi jubilación. Sobre todo, por si me enfermaba, ya que a esta edad cualquier ‘achaque’ llega.
Pasé como año y medio buscando trabajo y nada. Ayudaba a mi amiga con su negocio, pero ella no me podía afiliar, entonces seguía con la modalidad de afiliada como esposa. Para finales del 2018, decidí ponerme una tiendita en mi casa que está en la Nueva Aurora, sur de Quito, y ahí fue cuando pensé que era mejor afiliarme como voluntaria para aportar un poco más y tener una mejor pensión.
Trato cada mes de aportar USD 100. Este dinero lo tomo de mis ingresos. Por suerte, mi esposo se encarga de los gastos de la casa. Ya no tenemos cargas familiares porque mis dos hijos están cansados y también nos ayudan con algunos gastitos. Por eso yo puedo pagar mi seguro.
Me ha servido mucho el estar afiliada para atenderme en el hospital. Aunque en el último año casi no he ido por el temor del covid. La última vez que fui fue en agosto del año pasado, donde me dijeron que estaba con la presión alta y me mandaron unas pastillas. Me tocó a mí misma comprar porque no tenían.
Lo que espero es que pasen rápido los cinco años que me quedan para poder jubilarme. Me preocupa que aumenten los años porque ya para ese tiempo espero no dedicarme mucho a la tienda. Pero si tengo que seguir aportando, me tocará estar con mi negocio de largo”.