Desde la segunda mitad de la década de 1980, dos palabras se impusieron en el mundo: Glasnost y Perestroika. La primera significaba liberalización, apertura y transparencia; la segunda, reconstrucción. Aquellas dos palabras fueron la marca registrada de Mijaíl Gorbachov, quien falleció el 30 de agosto de 2022, a los 91 años y que quedó en la historia como el último presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Gorbachov pronunció esas dos palabras en el Congreso en el que fue elegido secretario General del Partido Comunista de la URSS (PCUS) para marcar una era que cambiaría el mundo, al menos por un tiempo. Atrás quedó la polarización comunismo-capitalismo. El “socialismo real” había llegado prácticamente a su fin; solamente se mantenía en países periféricos como Cuba, Corea del Norte, Albania, pero sobre todo, fue la carta de defunción de la Guerra Fría, que desde 1945 sumió a la humanidad en un pánico colectivo ante una posible confrontación nuclear entre la URSS y EE.UU.
Un día antes de ese discurso, le dijo a su esposa Raisa: “Si quiero cambiar algo, debo aceptar el cargo. Así no se puede seguir viviendo”. Lo mismo le contó a su amigo leal y quien fue su ministro de Relaciones Internacionales, Eduard A. Shevardnadze. No quiso desmantelar la Unión Soviética, sino solo modernizarla, pero nunca imaginó que durante su liderazgo el país colapsaría: 11 repúblicas decidieron independizarse y se alejaban los países aliados, apenas dos años después de la caída del Muro de Berlín y cuando parecía que Este y Oeste se aproximaban con optimismo.
El cuestionado
El 25 de diciembre de 1991, Gorbachov decidió renunciar a su cargo. Sobre él cae todo el peso de la culpa por haber perdido no solo la unidad (la URSS se fragmentó en 15 países) sino que perdió peso internacional. El mundo quedaba en manos de Estados Unidos. Por aquellos años, el escritor uruguayo Eduardo Galeano decía que el fracaso de la URSS, del comunismo, no significaba tampoco el triunfo del capitalismo.
“Fueron días oscuros para la Unión Soviética, para Rusia y para mí también. Pero no tenía derecho a hacer otra cosa”, dijo Gorbachov en una entrevista concedida a la agencia rusa Tass. Pero siempre supo del valor y el coraje de su gestión. En 1992, menos de un año después de renunciar, dijo que se veía a sí mismo “como un hombre que inició las reformas que eran necesarias para el país, para Europa y el mundo”.
El partido
Durante la mayor parte de su carrera política en el PCUS, fue un militante leal a las directrices del politburó. Apenas llegado al poder, decidió tomar algunos de esos caminos que imaginaba. Se encontró con una oposición de quienes querían mantener el statu quo, tras más de 70 años del triunfo bolchevique, que llevó al poder a Lenin, y luego al feroz Stalin, uno de los hombres más crueles de la historia del siglo XX. A la vez, había aquellos que exigían cambios más rápidos.
Gorbachov quería un socialismo con rostro humano, según sus propias palabras. Alentó la introducción de la propiedad privada, aunque sin renunciar a la economía centralizada; la celebración de elecciones democráticas; la libertad de expresión y de credo; la creación de un nuevo Legislativo y la liberación de presos políticos. Aunque ahora el mundo luce distinto, partió un hombre valioso para su momento.