Amor, sexo, el peso de una paternidad castrante, el antibelicismo y hasta la dieta ayurvédica han sido algunas de las grandes fuentes de inspiración en la carrera del cantante Miguel Bosé. El español en su último libro se plantea el reto de desnudar qué motivó algunas de sus más famosas canciones.
Entre ellos se encuentra Morenamía, incluida en su álbum ‘Sereno’ (2001), “posiblemente la canción con más alta carga erótica de su repertorio, sobre un tórrido encuentro con una musa inspiradora con nombre y apellidos cuya identidad no se aviene a desvelar”.
En las páginas del recién publicado ‘Bosé. Historia secreta de mis canciones’ (Espasa) sí descubre cuál era el papel que juega el café como motivo protagonista en esta canción “casi porno”, un acrónimo -confiesa- de “C de coger, A de amar, F de follar y E de empalar”.
Tal y como aparece en estas casi 400 páginas, el sexo ha sido motor recurrente de muchos de sus temas musicales, en los que a menudo ha abordado experiencias personales, como en el bolero Lento o en Bambú, que habla de cómo alentó y consumó un ardiente encuentro sexual con una mujer casada y desconocida a solo unos metros de la habitación que ocupaba el marido.
Esta temática, aunque desde una perspectiva ajena, es igualmente el centro de Salamandra, que compuso a partir de un relato autobiobráfico de la alemana Wilhelmine Schr der-Devrient que le pasó Luis García Berlanga y que habla de una cantante de ópera que bebe semen como bálsamo para su voz y que se entrega de forma recurrente a prácticas masoquistas.
El sexo se entremezcla con los sentimientos en Nena, que según confiesa habla de la relación tórrida con una novia costarricense. No facilita más datos en esta obra, pero por unas declaraciones al diario italiano Corriere Della Sera, se trata de la actriz Giannina Facio, que califica como el amor de su vida.
El comienzo del todo
De hecho, en Historia secreta de mis mejores canciones destaca que la protagonista de este tema marcó “la vara” con la que midió al resto de sus amantes. “Fueron los años más placenteros, más armoniosos de mi vida”, escribe a continuación, antes de concluir su narrativa con el siguiente mensaje: “Te hecho de menos, Nena… no te olvido”.
Es una de las grandes revelaciones del libro, en el que pese a sus palabras iniciales -“Entrad en el maravilloso mundo de mis laberintos y desvelad lo que nadie sabe”- ofrece pocos detalles concretos de las musas de sus canciones, sobre todo mujeres en los episodios más felices o satisfactorios según se desprende en un recuento rápido de los 60 cortes analizados, desde ‘Mi libertad’ (1977) a ‘Estaré’ (2016).
No descubre por ejemplo a quién escribió la carta de Te amaré, tampoco Morir de amor, aunque en este caso sí acompaña el texto de una imagen junto al bailarín Nacho Duato. “No corrían buenos tiempos para mi corazón”, dice del momento en el que abandona aquella historia de amor y juventud en Manhattan, Distrito de Nueva York.
Sí confiesa que fue infiel al analizar No encuentro un momento pa olvidar, que “nace de la despedida forzosa de una historia de amor que empezó bastante antes que otra”. “Solapé dos relaciones”, reconoce antes de considerar que romper la primera, “la que tenía derechos”, fue “una mala decisión”.
Emparejada con ella, casi al final, aborda los motivos de Libre ya de amores, en la que se refiere a la ruptura con su última pareja Nacho Palau. No da nombres, pero las fechas no dejan lugar a dudas. “Cuenta con exactitud y mucha ironía la liberación que tuve el día que di por acabada la historia más larga de mi vida. Una alegría indescriptible”, indica sobre las razones.
“No dejaba de dar vueltas a lo mucho que fue pospuesto, lo que pudrió mucho lo poco bonito que alcanzaba a recordar”, añade al respecto, antes de pasar al último tema publicado, Estaré, que está dedicado a sus hijos Tadeo y Diego, “cuando descubres que (ellos) son el verdadero amor de tu vida”.
En el libro aún caben algunas curiosidades más, como que Don Diablo lo escribió para explicarle a su pequeña sobrina Bimba quién era el demonio y que en Super-Supermán ya cantó sobre la homosexualidad. “Me harté de explicarlo, pero nadie atendía…”.
Volvió sobre ello en El hijo del Capitán Trueno, en la que habla de su gusto “por los pendientes y anillos, que levanta sospechas en relación con su sexualidad” y en la que alude, a través de una sirena, “un ser mitológico que no es ni hombre ni mujer”, a su pérdida de virginidad con Amanda Lear, la musa de Dalí y también cantante.
La canción, que sirvió para titular su previa obra autobiográfica, versa en realidad sobre la decisiva influencia que su padre tuvo en él, algo que ya había tratado en Los chicos no lloran o Si tú no vuelves, que imagina el dolor ante su eventual muerte, una fantasía sobrevenida a propósito de la pérdida que sufrió un amigo, pero que él terminó viviendo en carne propia poco después.
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