Manifestantes en las calles del norte de Quito en el Levantamiento Huelga #8M. Foto: EL COMERCIO
–Mami, ya estoy lista.
-Listo mi amor. Hoy gritamos por tu hermana, recuérdala.
Camila no conoce a Sofía, pero la ama. Es su hermana, aunque nunca la vio. Sofía fue asesinada por su expareja en el 2012. Y Camila, impulsada por su madre, comienza a caminar, sonríe, levanta sus brazos. Lleva un cartel: ¡No te mataron, aquí estás marchando! y se suma a las miles de personas que este 8 de marzo del 2019, Día Internacional de la Mujer, llenaron las calles del norte de Quito en el Levantamiento Huelga #8M.
No son las lágrimas. Son sonrisas las que protagonizan esta movilización. La rabia, la fuerza y la nostalgia de aquellas cuyas voces intentaron callar. Eso motivó a Paulina, una mujer transgénero, a caminar hoy. Los femicidios de Amelia y Diana Carolina -asesinadas a plena luz del día, ambas con una boleta de auxilio que no las protegió de sus agresores- la alertaron.
“No nos sentimos seguras. No tenemos garantías. Al Estado no le importamos”, dice Paulina, mientras recoge su bandera.
A los pies del Ministerio de Trabajo, el colectivo Viva Nos Queremos se alista con sus consignas. Sus integrantes visten una camiseta morada y en su mochila, un pañuelo verde que simboliza el apoyo a la despenalización del aborto en casos de violación, una causa en manos del Estado nacional.
Son las 16:45 y los primeros pasos de centenares de quiteños marcan el inicio del levantamiento.
Caminantes por la avenida Amazonas rumbo a la Asamblea Nacional en el Levantamiento Huelga #8M. Foto: EL COMERCIO
Una mujer se hermana con la primera batucada. Su cabello -fucsia, trenzado- golpea sus baquetas. Al unísono, mujeres, hombres, niñas gritan: “Mujeres contra la minería, mujeres contra el gobierno extractivista”, un clamor por la lucha de las mujeres por el agua y la conservación de la Amazonía ecuatoriana, amenazada por la concesiones mineras.
Marianela Congo, del Movimiento de Mujeres No Remuneradas del Hogar, encabeza el movimiento. Tiene 61 años y trabaja como empleada doméstica desde que cumplió 24 años.
Ella recuerda que laboró durante cinco años en el hogar de una familia, pero nunca pagaron su seguro en el IESS. Lo supo cuando su salud se resquebrajó y no la pudieron atender. No estaba registrada.
Cuando reclamó por sus derechos laborales, su empleador la despidió de forma intempestiva. “Querían darme USD 500 como compensación por mi trabajo. Es injusto, inhumano. Por eso mismo, mis compañeras y yo estamos aquí”, cuenta, indignada.
Yolanda Guamán espera su turno, levanta una bandera y ríe con sus compañeras. Hoy se levantó temprano y, antes de las 13:00, salió desde Cotopaxi para llegar a la movilización.
Ella, junto a 1 200 mujeres de la Organización de Mujeres Indígenas y Campesinas Sembrando Esperanza, lucha para recordar la labor en el campo y unirse a la resistencia. “Para que estemos aquí hoy, paradas unas a otras, muchas hermanas murieron calcinadas, violentadas. Queremos que pare, por eso caminamos”, dice Yolanda.
A las 18:00, cerca de 3 000 personas llegaron al Ministerio de Agricultura.
“Ustedes lo llaman amor. Nosotras, trabajo no pago”, dice uno de los carteles que recorre la manifestación. La brecha salarial persiste en el Ecuador. y os datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC)lo confirman: las mujeres reciben 21,9% menos por su labor que los hombres.
Los manifestantes en los exteriores de la Asamblea Nacional en el Levantamiento Huelga #8M. Foto: EL COMERCIO
Entre la multitud, el pañuelo morado de una pequeño destacaba. Es Lucas Benjamín. Su madre, Pamela Fuertes, lo sostiene en brazos. Él tiene un poco más de un año; observa, desentraña lo que observa alrededor.
Para Pamela, caminar con su niño es también exigir por sus derechos para crear un escenario futuro en el que será más libre. “Es una fecha de resistencia, de visibilizacion a la lucha de las mujeres. De romper los esterotipos. Y Lucas Benjamín esta aquí para apoyarlas y sé que lo hará cuando crezca”, dice, motivada.
Decenas de antorchas se prendieron cuando el levantamiento llegó a las afueras de la Fiscalía General del Estado, en la avenida Patria y 12 de Octubre.
“No queremos flores, queremos derechos, queremos presupuesto”, gritaba la voz de miles. Flores se lanzaron y fueron quemadas para exigir por las niñas obligadas a parir y que son criminalizadas, por la falta de acción de la Justicia en los centenares de casos de violación que quedan en la impunidad, por las sentencias inconclusas de 642 mujeres, víctimas de femicidio, desde el 2014 a febrero del 2019.
Se acercaban las 20:00. Ellas intentaban acelerar el paso. La batucada encendía sus tambores y al unísono se escuchó: “¡Aborto legal en el Código Penal!“. En la Asamblea Nacional, decenas de policías esperaban. Los vehículos, en cambio, se detenían, pitaban, aplaudían.
Llegar fue liberador. Los hombres bailaban, levantaban sus carteles. Convirtieron a la Asamblea en un escenario de resistencia colectiva, con baile, de un lado al otro. Los gritos no perdían intensidad, porque la indignación también se lucha celebrando. De eso se trata el #8M, dice Francisco: “de gritar, incluso gritar si no se grita, si no se oye, porque al final seremos escuchados”.
A las 20:15, la huelga terminó. Los policías observaban a la multitud, que -abrazada, alerta- salía de la Asamblea, con un puño que no se baja, que -en cambio- se prepara para el 2020. El grito volverá: “¡Ni una menos, Vivas nos queremos!”.