A La Mariscal se la conoce también como La Zona, en donde hubo una gran vida nocturna. Sin embargo, ha vivido un proceso de deterioro y un abandono de sus pobladores. Ante ello, la secretaría de Hábitat y Ordenamiento Territorial, la Administración Zonal La Mariscal y ConQuito, con la comunidad, los empresarios, los innovadores, buscan convertirla en una zona de innovación en Quito.
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La Mariscal, de barrio turístico a zona de innovación
La Mariscal, en el centro-norte de Quito, fue categorizada, en el 2011, como una zona especial turística. Tiene una delimitación precisa: las avenidas Patria y Orellana de sur a norte, y las avenidas 10 de Agosto y 6 de Diciembre, de occidente a oriente.
El año pasado se creó la administración zonal, que integra La Floresta y la Belisario Quevedo, en el extremo occidental de Quito, hacia las quebradas. Aparejada a esta nueva administración, se planteó la necesidad de convertir a La Mariscal en una zona de innovación en Quito.
No perderá esa esencia de ser el punto de encuentro de jóvenes y el lugar en donde se concentraba en mucho la noche del norte quiteño. Pero con esta iniciativa, que ya tiene un plan, se buscará darle un impulso económico y, fundamentalmente. Se trata de recuperar La Mariscal como un espacio habitable.
Según la Secretaría Hábitat y Ordenamiento Territorial, que llevó adelante el proyecto, “el Plan busca generar un territorio renovado, dinámico y sobre todo seguro para sus habitantes y
visitantes, con nuevos usos residenciales y comerciales”.
La época dorada de La Mariscal
Nicolás Jaramillo, chef del restaurante La Carnicería, ubicada en la calle Diego de Almagro y Wilson, recuerda muy bien la época dorada de La Mariscal. Cuando se rediseñó la Plaza Quinde (más conocida como Plaza Foch), a principios de este siglo, “era el sueño de la clase media de tener una urbe donde puedas vivir y donde tomar un café, comer, tomar un trago o bailar”.
La vida nocturna de La Mariscal despegó en la década de los 90 del siglo pasado. Sin embargo, desde hace una década, y agravado por la pandemia, en esta zona hay una sensación de abandono y una preocupación de los dueños de locales y las personas que aún habitan allí. Algunos restaurantes se han ido, como CATS o Farofa Brasilera.
El declive de La Mariscal
Álvaro Hernández, el chef de CATS, dice que todo marchaba bastante bien y había control. Sin embargo, cree que con la administración de Augusto Barrera (2009-2014) “se terminó por acabar con La Mariscal”. Es más, dice que el Municipio otorgaba patentes municipales a lugares opuestos a la escena y que en el 2016 el declive se hizo más notorio hasta que la pandemia del covid-19 remató a la zona. Por eso, prefirió mudarse y ahora se encuentra en Cumbayá, luego de estar 30 años en la calle Juan Rodríguez.
La pandemia del covid-19 afectó gravemente a La Mariscal. Foto: Archivo EL COMERCIO
En cambio, Junior Loiola, propietario de Garofa Brasilera, cuenta que su local, que quedaba en la Juan León Mera y Wilson, estaba lejos de la Foch, “entonces, todos los drogadictos e indigentes molestaban a los clientes. Había basura y gente durmiendo en la calle. Por eso nos vinimos a La Floresta y todo está mucho mejor”. Su restaurante solo duró un año y medio en La Mariscal.
Hay un signo que indica que la otrora bulliciosa y congestionada La Mariscal ha cambiado. Anteriormente, para transitar seis cuadras: desde la avenida 6 de Diciembre por la calle Foch, girar a la izquierda por la calle Reina Victoria, tomar la calle Wilson para terminar en la calle Diego de Almagro podía tomar al menos -y siendo optimistas- una media hora en una noche de viernes, si no era más tiempo. Ahora, no se demora más de cinco minutos.
El principal problema de La Mariscal: el vaciamiento
Si bien se quiso desarrollar a La Mariscal como zona turística, según Ana Rodríguez, la administradora zonal, “hay un deterioro turístico brutal, por mil razones, que tienen que ver con el descontrol, la pandemia, la falta de acción nacional, la falta de acción municipal”. Y cuenta que, desde el 2015, este barrio se sigue vaciando. “Más o menos se van 2 000 personas cada año”.
“El mayor problema es el despoblamiento“, dice David Montesinos, quien lidera Mariscal Sur, una organización que busca alianzas con lo público y lo privado para darle una dinámica urbana. “Es un despoblamiento que ha ido experimentando paulatinamente hace ya una década. Un barrio que no tiene suficientes habitantes, no tiene la vida que debe tener”. Por eso, ha formado parte, desde la sociedad civil, en esta intención de convertir a La Mariscal en una zona de innovación en Quito.
Otro problema: la inseguridad en La Mariscal
El microtráfico, la prostitución no son, para Montesinos, el problema principal porque eso existe en todos los barrios de Quito. Sin embargo, para muchos, como Hernández, Loiola y Nicolás Jaramillo, chef del restaurante La Carnicería, las drogas son un problema serio.
De hecho, Jaramillo dice que La Mariscal es un barrio “de mucha permisividad, en donde se puede tomar todo, pero está plagado, sobre todo, de mala imagen”. Sin embargo, según confiesa, “me preocupa personalmente que no haya seguridad y la imagen de las drogas… Son las mismas personas durante años vendiendo y consumiendo”.
Eso es algo que Ana Rodríguez tiene muy claro. Para que las personas o empresas puedan invertir en La Mariscal y sea acojan a los incentivos tributarios, entre otros, que ofrecerá el Municipio para ellos, hay que ofrecerles una garantía de seguridad.
Un centro de innovación en La Mariscal
Gonzalo Criollo, el director ejecutivo de Conquito, sostiene que el Municipio planteó que se implementara un distrito de innovación en la ciudad. Y fue La Mariscal la elegida “porque tiene las universidades más importantes de país, porque tiene un tejido empresarial importante y un tejido social fuerte. Nos parece que tiene toda la potencialidad para que eso se dé, además de que tienes una realidad compleja en La Mariscal”.
Esta zona de innovación cuenta con cooperación coreana. Tendrá, además, un centro de innovación. Originalmente, su destino había sido el Parque Bicentenario, pero luego de reflexiones y estudios, el impacto mayor sería en La Mariscal, porque, como dice Rodríguez, es un barrio que tiene todos los servicios y una dinámica que permite pensar en ello. Además, está rodeado por las universidades, como la PUCE, la Politécnica, la Salesiana y la Universidad Central.
“Un centro de innovación es un espacio en el que se resuelven problemas públicos o privados con soluciones innovadoras de universidades, de emprendedores, de estudiantes, de profesores, de empresas”, añade Criollo. Es decir, si hay personas que requieren de alguna idea necesaria para innovar en su negocio o plantear alguna solución a un problema, lo podrá encontrar en este centro, que, por cierto, aún busca un local.
Ejemplos de otros distritos de innovación
El centro de innovación de La Mariscal es apenas uno de los pasos para convertir a La Mariscal como una zona de innovación. Y en eso, se han inspirado en dos ejemplos, cuenta Criollo: el Distrito22, en Barcelona, o la Ruta N, en Medellín.
El de Barcelona queda en el barrio Pobleno. Se lo creó en el 2000 para transformar una antigua zona industrial en un polo tecnológico y de conocimiento. Alberga empresas tecnológicas, startups, universidades y centros de investigación, fomentando la economía digital y la sostenibilidad.
En cambio, la Ruta N es un centro de innovación y emprendimiento en Medellín fundado en 2009. Busca la transformación económica de la ciudad mediante la tecnología y la ciencia. Actúa como incubadora de startups, fomenta la inversión en I+D (investigación y desarrollo) y promueve la internacionalización de empresas innovadoras.
“Allí están las empresas más innovadoras, las universidades más innovadoras, los emprendedores que quieren tener mayor éxito, los bancos que quieren invertir en innovación, el sector público que está enclavado a esto. Pero a la vez es un lugar en el que puedes vivir, encuentras vivienda, encuentras departamentos y es un lugar en el que te puedes tomar una cerveza”, dice Criollo.
El distrito de innovación en Quito
La Mariscal, dice Rodríguez, es un espacio apto para esta transformación urbana y que podría aportar a que crezca el sentido de residencia en esta zona. Es un lugar donde hay cultura. La industria gastronómica de la zona quiere avanzar en sus experimentaciones en la cocina.
Es un lugar con todos los servicios: luz, agua, transporte. Hay veredas amplias donde poder caminar. Tiene las universidades. Y eso ha significado el entusiasmo de algunos sectores.
Marco Cazco, director del centro de transferencia de conocimiento e innovación social de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, cree que es “una idea viable, que puede potenciar La Mariscal con una visión a futuro en donde estemos integradas las universidades con la comunidad. Una ciudad como Quito necesita un espacio integrador de las empresas con la academia y las instituciones públicas”.
Según Fernández, están en este momento desarrollando algunos talleres con la comunidad, los empresarios, los emprendedores y las universidades. “Queremos darle solución a una problemática y a una necesidad, una demanda de la ciudad en un territorio que necesita reactivarse”.
Para la Secretaría de Hábitat, estos “nuevos usos de suelo en La Mariscal permitirán tener diversidad de actividades entre residencia, comercio, cultura, diversas economías, arte e innovación”.