Fue en febrero de 1999, cuando Teresa de Jesús Olalla optó por la jubilación especial reducida. Ella trabajó como diseñadora de pantalones en una empresa de confecciones hasta que cumplió 50 años. Por la pensión, durante 11 meses, recibió 316 666 sucres.
Pero en enero del 2000 debido a la crisis bancaria y a la dolarización, 145 000 pensionistas del IESS recibieron USD 12,66 mensuales (cada dólar se fijó en 25 000). Dice que eso no le alcanzaba para nada. En el 2001, el y su hermana Sonia viajaron a Londres, en donde trabajaron limpiando oficinas y casas.
Allí pasaron seis años y al retornar invirtieron en una papelería en el sur de Quito.
Pero no todas las personas que se jubilan pueden seguir con sus tareas. Cifras del INEC y del IESS señalan que el 42% de los adultos mayores no trabaja. La mayoría deja de hacerlo por problemas de salud.
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Olalla actualmente tiene 66 años y recibe USD 330 de pensión. A pesar de sufrir una artrosis de cadera, cuenta que aún quiere trabajar. En dos meses deberá someterse a su segunda operación de cadera que tiene un costo de USD 8 000.
Norberto Torres tiene una historia similar. Se jubiló en el 2009 al cumplir 61 años. Pero decidió seguir con su trabajo bajo la modalidad de servicios prestados. Y siguió en la empresa donde comenzó en 1975.
Actualmente recibe USD 340 de pensión jubilar, pero le descuentan 140 por un préstamo que hizo para construir su casa.
Mercedes Ayala también decidió seguir con sus labores. Se jubiló el año pasado y ahora se dedica a un micromercado.
Es cabeza de familia desde que su esposo falleció. Sigue con su negocio pese a que sus tres hijos le han pedido que lo venda para que pueda descansar y viajar. Sin embargo, ella dice que la tienda le permite generar mayores ingresos, distraerse y mantenerse activa.
El doctor Horacio Rodríguez, geriatra del Hospital Metropolitano, manifiesta que es indispensable que las personas de la tercera edad se mantengan activas, ya que la falta de trabajo les genera depresión. “Ese es un problema generalizado que les puede llevar a la muerte”.
El negocio de Teresa y Sonia funciona de 08:00 a 21:00. Lo recaudado sirve para ayudar a Victoria Olalla, su madre, quien a sus 82 años sufre de artrosis de rodillas. Pese a que recibe una pensión de USD 300 por su jubilación, apenas le alcanza para sus gastos médicos.
Torres, en cambio, gasta mensualmente alrededor de USD 250 en el pago de servicios básicos, movilización y comida. La pensión que recibe no logra cubrir esas necesidades.
Esa es la razón principal por la que sigue trabajando.
En su juventud, el pensionista hacía labores de pintor, soldador y cortador de tubos. Hoy es ayudante de almacén. Su jornada empieza a las 10:00 y termina a las 19:00 de lunes a viernes y una vez al mes trabaja sábado y domingo.
Las enfermedades no han sido esquivas. Los dolores de espalda cada vez son más intensos. Además tiene inflamación a la próstata y la presión alta le ha quitado la tranquilidad.
Torres tampoco piensa dejar sus labores. “Todavía me siento con energía para seguir trabajando, no lo hago como antes pero quiero mantenerme activa para todo. Eso me ayudará”.