El Centro de Referencia Nacional de Influenza y otros virus, con sede en Guayaquil, conserva muestras del 2009. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Surgió en 1997 por una recombinación. El virus de la gripe AH1N1 se formó con fragmentos de influenza aviar, porcina y humana. En el 2009 se volvió pandémico y causó cerca de 18 300 decesos en el mundo.
Desde entonces es endémico. Luis Rodríguez, epidemiólogo del Ministerio de Salud, aclara que es un virus más, que circula con mayor frecuencia en Ecuador entre diciembre y marzo y de agosto a octubre.
“El 90% de las personas no evidencia síntomas. Solo un 10%, que tiene alguna vulnerabilidad, podría presentarlo”. Generalmente, son menores de 5 y mayores de 65 años, embarazadas o personas con enfermedades crónicas.
Guayas y Santa Elena han reportado los casos letales más recientes. 13 personas han fallecido por influenza en lo que va de 2019, una cifra inferior a la del 2018, cuando hubo 133 casos mortales, según Salud.
El subtipo AH1N1 encendió alertas en dos colegios de Guayaquil, que suspendieron clases por precaución. Como medida preventiva, Salud y Educación han coordinado charlas en 1 536 planteles de Guayaquil, Durán y Samborondón.
Walter Urrutia, médico que ha visitado los planteles, recomendó reposo en casa de entre 7 y 11 días para los alumnos con diagnóstico. De esta forma se busca evitar el contagio.
Otras medidas se toman en los laboratorios, donde científicos siguen de cerca la pista del virus. Su monitoreo es parte de una estrategia global, para detectar mutaciones que podrían generar epidemias.
“Es una vigilancia dentro del virus, en su genoma -detalla Doménica de Mora-. Vigilamos si es el mismo virus del 2009 -en el caso del AH1N1– o si ha ido cambiando; y analizamos qué tan importantes han sido esas variaciones”, asegura la investigadora asociada del Centro de Referencia Nacional de Influenza y otros virus.
Estos laboratorios, que son parte del Instituto Nacional de Investigación en Salud Pública (Inspi), participan en un proyecto de investigación genética global del virus, dirigido por la Organización Panamericana de la Salud y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC). Diez países latinos aportan a este estudio.
De Mora explica que realizan análisis filogenéticos, una especie de árbol genealógico del virus. Estas pruebas permiten determinar el origen de las cepas ecuatorianas y qué tan ligadas están a las de otros países. También miden la efectividad de las vacunas.
Dos veces al año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) convoca a expertos a escala global para definir la fórmula para la inmunización, a partir de los subtipos de influenza circulantes en el mundo: AH1N1, AH3N2 y B. Así se producen dos vacunas: para el hemisferio sur y para el norte.
Alfredo Bruno, responsable del Centro de Referencia Nacional, explica que desde 2007 son parte del Sistema Global de Vigilancia y Respuesta a la Influenza de la OMS. La vigilancia se ejecuta en 15 hospitales, llamados centinela, que manejan casos de infecciones respiratorias agudas graves.
De estos pacientes toman muestras de hisopado nasal que luego pasan por pruebas de RT-PCR en tiempo real, un estudio molecular. Cada año analizan cerca de 7 000 casos.
Para aportar a la vacuna, este centro envía a la OMS entre 30 y 40 muestras, las más representativas: pacientes que fallecieron, de distintos tipos y subtipos o de algún comportamiento inusual del virus.
El arribo de las vacunas a Ecuador está previsto para octubre. El año pasado el país adquirió 3,9 millones de dosis.
La influenza tipo A (con sus subtipos H1N1 y H3N2) es la más monitoreada por su capacidad de generar pandemias. El tipo B es más estable y no muta con facilidad, pero también tiene un seguimiento.
Los análisis genéticos de AH1N1 han arrojado ligeras mutaciones, según las pruebas del Inspi. Los análisis compararon la cepa que circuló en Ecuador entre los años 2015 y 2018 con la cepa que se usa mundialmente para las vacunas, la Michigan 45/2015.
En 2018 hubo un repunte de casos en el país y los análisis moleculares de ese año alertaron al menos siete alteraciones en el virus que no representan un riesgo. “Molecularmente son cambios menores que no permitirán un gran salto hacia otro virus. No estamos frente a ningún virus nuevo”, aclara la investigadora De Mora.
Para ganarle al virus, en el 2020 se planea abrir un programa de vigilancia de enfermedades tipo influenza, que captará pacientes antes de que desarrollen síntomas graves. Y apuntan a estudios de interfase humano-animal, por la capacidad del virus para mutar en distintas especies.