Quien vivía de la música contemporánea, popular o pop en los años 80, se forjaba usualmente en una escuela callejera de bar, cantina o peña. Hoy, ese circuito de instrumentistas dedicados 100% a la música se ha expandido exponencialmente, especialmente por la llegada de las facultades de música no clásica.
Sin embargo, un fenómeno que ocurría hace 30 años aún persiste para quienes, con y sin título, han hecho carrera en los escenarios. Este consiste en que el intérprete tiende a ser un ‘todólogo’. Por eso, no sería raro que un bajista que esta noche toca jazz, mañana haga pop y que cierre la semana al son del metal.
Así lo confirman los cuatro profesionales que grafican y sirven de muestreo en este reportaje. Tanto los académicos Santiago Herrera y Carlos Chong, como los autodidactas Vico Rodríguez y Moisés David, son parte de esta tendencia que, si bien es familiar entre colegas, es ajena para quien paga cover o entradas.
La economía, sobre todo, empuja a que la ‘todología’ sea más común que la especialización. Si se es ‘freelance’, las mejores remuneraciones se dan especialmente en eventos corporativos o privados (matrimonios) donde la música es a la carta. Lo estable llega, como en el caso de David, con un salario como músico de planta de un bar.
Por otro lado, si se tiene título, un símbolo de estabilidad es la docencia y mucho más aún si es universitaria, como pasa con Herrera y Chong. Pero ya en el mercado de las tablas, tanto unos como otros coinciden acompañando a vocalistas o a grupos de varios estilos, sin que el título universitario sea un requerimiento vital.
Pese a que hoy en día hay más músicos, el medio sigue siendo pequeño y, como dice Herrera, habría espacio para la competencia. Esa sería la razón para que las facultades de música contemporánea tengan en su currículo ensambles de varios géneros. “Acá (en la universidad) damos ingredientes y recetas para que se cocine de todo”, asegura Chong.
Aunque los ‘todólogos’ están preparados para tareas de toda índole, su fantasía es la especialización. “Si tuviera la oportunidad de vivir solo de mi proyecto sería lindo”, asegura Rodríguez; declaración que se repite en otras voces, pero que al final se reconoce como poco accesible en la matriz de lo real.
Estos músicos viven de su oficio sin mayor problema. Sin embargo, todos precisan de un cable a tierra; un proyecto propio para tocar “aunque sea gratis” lo que realmente disfrutan. Como sentencia David: “Estar bien espiritualmente al final del día no se va a lograr tocando lo de otros. Hay que tener cuidado. Haz lo tuyo”.