Hace un cuarto de siglo, inició sus operaciones en la ciudad de Guayaquil la primera compañía financiera cuyo objetivo era el de financiar las facturas de empresas que vendían a plazo sus productos. Así nació la hasta en ese momento desconocida operación del ‘factoring’.
En aquella época no existía el marco legal que norme el funcionamiento de esas actividades. Más aún, la factura comercial no estaba considerada como un documento negociable y de libre transferencia. La operación se sustentaba en un contrato privado entre las partes, y las facturas debían estar acompañadas por lo general por cheques postdatados del cliente para que en caso de que no pudieran ser cobradas se hacía efectiva la garantía. Pero esta última práctica, aunque común en el ámbito comercial de aquellos días, estaba prohibida por la ley, por lo cual la operación se volvía más riesgosa.
Así las cosas, las operaciones de ‘factoring’ se iniciaron sin el marco legal adecuado, pero entraron a llenar un vacío en el financiamiento del capital de trabajo de las pequeñas empresas que no tenían acceso al crédito bancario.
Luego de algunos años se reglamentaron las operaciones de ‘factoring’, las cuales fueron bautizadas como operaciones de compra de cartera, cuando en realidad el ‘factoring’ era una operación de cesión de facturas.
El costo financiero era más alto que el de una operación bancaria, pero mucho más bajo que los préstamos informales que eran la única fuente disponible de
financiamiento para los pequeños empresarios.
La nueva modalidad tuvo una gran acogida en el mercado, y en pocos años, algunos bancos y empresas comenzaron a ofrecer el servicio del ‘factoring’.
Así mismo, para fomentar las exportaciones de productos no tradicionales hechas por pequeños empresarios, se comenzó a ofrecer el llamado ‘factoring’ internacional, que consistía en ceder las cobranzas del exterior a la empresa financiadora, para que el exportador en vez de esperar al vencimiento de la
factura pueda cobrar al contado el producto de sus ventas.
Para efectuar este tipo de operaciones se debía ser parte de una red de compañías internacionales dedicadas a esa actividad. Las compañías ecuatorianas fueron las primeras en Latinoamérica en incorporarse a estas organizaciones.
Pasaron 10 años para que la nueva ley de instituciones financieras reconociera a las operaciones de ‘factoring’ como una actividad financiera.
En el presente año, después de 25 años de iniciadas las operaciones de ‘factoring’, se aprobó la ley que reconoce a la factura comercial como un documento negociable que puede ser transferido a un tercero.
En la actualidad se anuncian ofertas para financiar a los pequeños exportadores a través del ‘factoring’. Estos son pasos positivos que van en beneficio de la producción, del comercio y de los pequeños empresarios.