Claudia Álvarez se aproxima sigilosamente a un primate. Se trata de una corpulenta hembra de mono araña. Esta sostiene entre sus brazos a su cría recién nacida, a la que llaman Rosy. Este ejemplar no responde al llamado de la guía turística y de su ayudante, Génesis Merino.
Se queda sentada en la rama del árbol del Bioparque de rescate animal Yanacocha (laguna negra, en español). Esta área de protección de vida silvestre, de 10 hectáreas, funciona hace 16 años y se localiza en la provincia de Pastaza, a 3 kilómetros de Puyo, en la vía a Tena.
Es uno de los tres centros de acogida y de rescate de fauna silvestre que funcionan en Pastaza y Tungurahua. Estos lugares se caracterizan por proporcionar espacios similares a su hábitat natural y darles alimentos de su entorno.
La idea es que luego de una valoración se determine si están en condiciones de ser liberados.
El espacio del Bioparque está cubierto por un tupido bosque y una malla metálica para evitar fugas. Álvarez explica que los primates no pueden ser reinsertados a su hábitat natural. Antes de que lleguen al centro, vivían en cautiverio y en casas donde los tenían como mascotas, y estaban en malas condiciones de salud.
El cuidado de los primates y de otras 45 especies que viven en esta área está a cargo de 15 voluntarios extranjeros, que ayudan en su nutrición, salud y cuidado. Ahí llegan estudiantes que realizan sus prácticas preprofesionales como guías turísticos.
También biólogos y veterinarios laboran, en ocasiones contrarreloj, para recuperar a los animales que arriban en estado crítico. Son atendidos en quirófanos y en el laboratorio, provisto con equipos de alta tecnología.
Un problema en crecimiento
Raúl Cuatrecasas trabaja hace seis años como biólogo en el refugio. Este profesional, nacido en Barcelona y que vive en Ecuador hace 12 años, está preocupado porque cada vez arriban más animales con mutilaciones, heridos, con desnutrición crónica.
Cuida de 400 especímenes con los que practica la medicina preventiva. Él labora en las áreas cognitivas de los animales, con el propósito de trabajar en la reducción del estrés. Lamentablemente, más del 90% de ejemplares que ingresa al Ecoparque no retorna a la naturaleza.
Esto debido a que son neonatos y juveniles que presentan amputaciones, heridas y perdieron sus habilidades de caza, alimentación y reconocer a sus depredadores, etc.
En los centros de acogida evitan que la mayoría de los ejemplares estén encerrados. Para ello construyen una especie de islas con barreras de agua natural para que puedan desarrollarse en semicautiverio y que no dependan de la mano del ser humano.
Cuando los biólogos y veterinarios determinan que están listos para su liberación, los animales son trasladados a la Reserva Tamandua Ecolodge, de 145 hectáreas de selva, ubicada cerca del Parque Nacional Llanganates. En 2021 se liberaron más de 120 especímenes; y en lo que va de este año, 80. Más del 60% fueron tortugas y reptiles y el resto, felinos.
En el centro hay loras, papagayos, búhos, guatusas, tigrillos, caimanes, monos, capibaras, tortugas de agua y de tierra.
Jorge Flores, director del Centro de Rescate Animal, cuenta que la semana pasada liberaron dos osos perezosos y tres tortugas charapas. En la próxima semana serán una guatusa y dos tortugas. “Existe bastante tráfico de fauna, la gente sigue adquiriendo y eso hace que anualmente ingresen 220 animales al Ecoparque”.
Animal Park es otro centro que está localizado en la vía Puyo, parroquia Ulba, del cantón Baños de Agua Santa, en Tungurahua. Se ingresa por la carretera a mano derecha en dirección a Runtún, donde se levanta. El espacio de 10 hectáreas dedica una hectárea y media al cuidado de un grupo de venados de cola blanca y dos leones que les entregó el Ministerio del Ambiente.
Los animales son dóciles. Cuando ven a una persona, no huyen. Esa es una condición que hizo que no retornaran al páramo. La variedad de animales se ha diversificado con el tiempo.
“Nos trajeron hace tres años nueve ejemplares de venado de cola blanca, pero ahora son 22 con los críos que nacieron en cautiverio”, cuenta Darío Guevara, gerente del centro Animal Park. A 200 metros está el espacio donde habitan Simba y Kiara, dos leones africanos recuperados de un circo y que estaban al borde de la muerte.