En las escuelas se trata de frenar la xenofobia a través de diversas campañas

Niños pintan un mural con mensajes de paz en la escuela Federico González Suárez. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Niños pintan un mural con mensajes de paz en la escuela Federico González Suárez. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Niños pintan un mural con mensajes de paz en la escuela Federico González Suárez. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

En una ocasión, al más pequeño de tres hermanos, sus compañeros de aula le mostraron una tijera y le dijeron que se fuera de ahí, que no lo querían ver. Otro día, al intermedio lo tumbaron y en el suelo le quitaron uno de sus
zapatos, por lo que descalzo corrió tras ellos por todo el plantel. Al mayor, el lunes pasado, le cayeron a patadas entre nueve chicos.

Los tres niños, Juan, Pedro y Vicente, de 6, 7 y 9 años, son venezolanos. Y desde este ciclo lectivo 2019-2020, acuden a una escuela fiscal, en el norte de Quito. Junto a su madre, María y su abuela llegaron a Ecuador, desde Carabobo, en mayo.

Las mujeres, que se ganan la vida vendiendo empanadas, no están seguras de si se trata de xenofobia, es decir rechazo a sus hijos por ser extranjeros.

María sufre pues no quiere que pase algo grave con sus niños. Los menores tienen el pelo liso y oscurito, se parecen al padre, que es guajiro, cuenta. Pero “el mayor es como rubio y tiene la cara fina, salió a mí; por eso, trata de hablar como ecuatoriano, hasta dice chuta”.

Hasta el anterior ciclo, la población de extranjeros en planteles fiscales no llegaba ni al 1%. Aunque la de niños y adolescentes venezolanos es la más grande; igual en este año.

Pese a ello, según la Zona 9, de Quito, en los ciclos lectivos 2018- 2019 y en lo que va del 2019-2020, se han recibido siete denuncias por xenofobia.

Los siete casos identificados se relacionan con discriminación económica, social, por su nacionalidad, así como violencia física y psicológica.

No se han presentado -señalaron- denuncias de vulneraciones de este tipo contra docentes. Pero, en este mes, el Distrito registró un presunto caso de xenofobia por parte de una profesora a un niño de 6 años, que se está investigando.

Esa es la historia de Luis (nombre protegido), a quien en los primeros días de clases, una docente le dijo que había demasiados venezolanos. Después -según contó- dos compañeros de aula le lastimaron la nariz; le patearon y golpearon en el estómago.

Mientras lo agredían le repetían “venezolano vete de aquí”. Esas reacciones, dice Gabriela Malo, especialista en migración, no surgen de niños sino de lo que escuchan de adultos que respetan, en su casa, y de profesores que llaman a los alumnos por su nacionalidad.

De 250 extranjeros que estudian en la Unidad República de Bolivia, 200 son venezolanos. También hay cubanos y, desde hace poco, chicos árabes.

La convivencia -señala María Fernanda Centeno, coordinadora del Departamento de Consejería Estudiantil (Dece)- es pacífica gracias a campañas y actividades. Entre ellas está Seamos amigos, promovida por Unicef en este colegio.

En el recreo, las canchas deportivas son escenario de juegos y risas entre chicos de todos los países. En los pasillos hay afiches de la campaña.

En los papelotes se ve a Daniel (venezolano) y Aldrin (ecuatoriano) abrazados y corriendo. Fueron mejores amigos hasta antes de que Aldrin terminara el colegio.

Eso -asegura la coordinadora del Dece- deja a los alumnos un mensaje importante: “que todos somos iguales”. Además, en el plantel hay exposiciones culturales, en las que alumnos y padres muestran sus costumbres.

Conocer sobre la cultura venezolana llama la atención de María José Aldaz, de la Escuela Federico González Suárez. En ese plantel fiscal se preparó un minuto cívico para hablar de la paz, la unión y el respeto.

Los mensajes los dieron los niños de segundo de básica. “La paz es hija de la convivencia, de la educación, del diálogo”, fue la frase de Rigoberta Menchú, que Liha Alvarado compartió en la formación.

La actividad, la pintura de un mural y más son parte de la campaña Respiramos inclusión, del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que acogió el Ministerio.

La campaña empezó en Guayaquil y hoy está en otras nueve ciudades, en 235 planteles.

María Clara Martín, representante de Acnur en Ecuador, explica que la metodología permite llegar a nivel personal, institucional, del aula y de proyectos específicos.

Para la aplicación de Respiramos inclusión primero se conforma un equipo. Luego se realizan capacitaciones y talleres. Y se hace un diagnóstico sobre los problemas de cada escuela para desarrollar el plan de acción pertinente.

Tras la agresión que sufrió Luis en la escuela de Quito, la Cartera de Educación pidió al Acnur que implemente la campaña en ese plantel.

Malo, la especialista en migración, pide mirar la experiencia de España, en donde con educadores sociales encaran bullying, xenofobia, bulimia, según el caso en el plantel.

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