Mingas para mejorar la relación con foráneos en Quito

Las ventas ambulantes son la principal actividad comercial a la que se dedican los migrantes venezolanos en Quito. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

Las ventas ambulantes son la principal actividad comercial a la que se dedican los migrantes venezolanos en Quito. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

Las ventas ambulantes son la principal actividad comercial a la que se dedican los migrantes venezolanos en Quito. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

La agresión contra extranjeros aún está presente en las calles de la capital. Todavía hay gente que les pide que se regresen a su país porque ‘les quitan las plazas de trabajo’.

Esa es la realidad que afrontan diariamente los ciudadanos venezolanos y que se agravó luego del paro nacional que concluyó el pasado 13 de octubre. Días después de las protestas, era poco común encontrarlos en la vía pública trabajando, pues sentían miedo de salir a las calles.

Daniel Regalado, presidente la Asociación Civil Venezuela en Ecuador, cuenta que hasta septiembre, la entidad recibía en promedio 10 llamadas diarias para alertar casos de discriminación y conseguir asesoría legal para saber cómo afrontarlos. Pero, dice, a partir del primer día del paro, las llamadas crecieron y llegó a recibir hasta 200 en un solo día.

No solo eran agresiones físicas y verbales, sino situaciones complejas. Por ejemplo, de personas que tenían una profesión y trabajo estable pero que fueron despedidas intempestivamente.

Hoy, la entidad recibe diariamente 20 casos de ese tipo. Ramón M., por ejemplo, llevaba viviendo tres meses en un departamento ubicado en El Pinar Alto, y el 13 de octubre, la dueña de casa le pidió que entregara el departamento.

“Me dijo que una hija suya iba a ir a vivir, pero no le creímos. A veces la escuchaba hablar con desprecio de nosotros diciendo que nos estaban pagando para que hiciéramos cosas malas en el paro”, recuerda.
Ramón debió ir a vivir a la casa de su prima, en El Condado, y aún no encuentra dónde mudarse definitivamente.

Según la Asociación Civil Venezuela en Ecuador hay 37 000 ciudadanos venezolanos en Quito. De ellos, más del 60% ha sufrido rechazo por ser extranjeros.

La relación que los venezolanos tienen con la ciudad también ha cambiado. A inicios de año, se ubicaron en campamentos en la Galo Plaza Lasso, frente a la terminal terrestre de Carcelén y en Turubamba, y en pequeñas carpas en la Mariana de Jesús, y en la América. Hoy, luego de casi dos años del proceso migratorio, ya cuentan con espacios adecuados para pernoctar. Acuden a casas de amigos, familiares, o a albergues. Sin embargo, cuando salen a trabajar, en especial quienes lo hacen en espacios públicos, aseguran que la xenofobia es uno de los mayores inconvenientes con los que deben lidiar. Hoy se los ve en el Arco de la Circasiana ubicado en la Amazonas y Patria, en la Naciones Unidas, en el sector de la J, en Solanda, y en la Galo Plaza, donde a diario enfrentan situaciones de rechazo.

El Municipio de Quito reconoce esa realidad por lo que desde hace un par de meses trabaja en un plan que busca mejorar la convivencia con los extranjeros.

Christian Aslalema pertenece a la Secretaría de Inclusión del Municipio y cuenta que en la entidad actualmente se desarrollan programas y ejes de trabajo para atender a migrantes. Por ejemplo, ahora se realizan las mingas comunitarias para fomentar la inclusión en los vecindarios.

Estas forman parte del proyecto Este es mi barrio. Una se realizó el 19 de octubre, una semana después de la finalización del paro nacional, en Miraflores, en el centro de Quito.

Sin importar la nacionalidad, ecuatorianos y venezolanos limpiaron las calles y aceras durante la mañana de ese día. También se encargaron de pintar las fachadas de las viviendas y otros sitios.

Al encuentro asistieron alrededor de 100 personas que llevaron escobas, baldes de agua, brochas, trapeadores, entre otros utensilios. El Cuerpo de Bomberos colaboró con su banda de música para amenizar la jornada.

Algunos vecinos llegaron en camionetas y repartían escobas entre la gente que recogía los desperdicios en bolsas de basura. La minga fue incluyente con niños, jóvenes, mujeres, adultos mayores. Al final de la jornada se realizaron juegos tradicionales. Para Dinna Barcia, presidenta de la Federación de Barrios, las mingas son claves para fomentar la unidad. “Cada vecino trae una pala y un pico para ayudar, lo cual es saludable para dejar a un lado los perjuicios”, dijo. También se realizó otra minga en Toctiuco la semana pasada. En la lista siguen La Colmena y El Pinar.

Asimismo, el Municipio instalará puestos informativos en las zonas de ingreso a la ciudad con apoyo de organizaciones internacionales. El objetivo es informar a los migrantes para que conozcan dónde pueden recurrir cuando lleguen y no corran riesgo en la calle.

El Municipio además implementó la casa Waiki Wasi, (Casa del Hermano) un espacio para las personas en condición de movilidad humana. Tiene capacidad para 60 personas y pueden permanecer allí por 30 días.

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